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El oratorio más difícil

26 de Junio de 2007 | 00:00 |
Gilberto Ponce

Es uno de los oratorios más famosos de todos los tiempos. Y fue escogido para celebrar el aniversario 119 de la fundación de la Pontificia Universidad Católica de Chile. En un gesto hacia lo universitario, los participantes fueron todos jóvenes, muchos de ellos ligados a esa casa de estudios.

El salón Fresno del Centro de Extensión acogió a la Orquesta Nacional Juvenil, junto al Coro de Ex Alumnos UC (que dirige Karin Friedlie), al Coro de Bellas Artes y al Coro de Estudiantes de la UC, todos bajo la dirección general de Víctor Alarcón.

Previo a la realización del concierto se rindió un homenaje al maestro Fernando Rosas. Como retribución a la labor que realiza a favor de la música y su difusión tanto en la UC como en el ámbito nacional. Fue su esposa quien recibió en su nombre la medalla conmemorativa de manos del Rector Pedro Pablo Rosso.

Sin duda que lo más valioso de este concierto fue el entusiasmo evidenciado por cada uno de los participantes en el evento, sobre todo considerando la juventud de quienes se enfrentaban a una obra de extraordinaria belleza como el Oratorio “Elías” de Felix Mendelssohn.

Las dudas abruman

En cuanto a los resultados musicales, estos fueron disparejos, quedando la sensación que faltaron ensayos para lograr resultados óptimos. La dirección de Víctor Alarcón no logró adentrarse en el espíritu de la obra y se limitó a concertar entradas y marcar pulsos, demasiado metido en la partitura, lo que le impidió frasear con la orquesta y con el coro.

Se decuidaron gravemente los balances, con el resultado de que el coro se vio forzado a sobre cantar. Y los solistas peor aún: a hacer esfuerzos casi sobrehumanos para equilibrar el peso con una orquesta que generalmente tocó en forte o, en su defecto, fortissimo.

Casi insalvables para el director fueron los recitativos con sus constantes cambios de tempi, pues Alarcón con sus gestos de director de coros, confundieron a la orquesta. En varias oportunidades respondió en forma confusa. También, al marcar los tiempos al coro para impedir que éste se atrasara, el gesto se tornó duro, respondiendo de la misma manera la orquesta.

Las certezas llegan

Unos de los momentos que escaparon a esta regla fue en una de las arias finales de Elías. Ahí el chelo solista fue reemplazado por toda la fila, logrando con su hermoso sonido uno de los puntos altos de la noche, puesto que el musical piano de la orquesta, gracias a un inspirado Alarcón, permitió que el barítono Cristián Moya pudiera desarrollar la musicalidad de su cálida voz.

Otro de los momentos logrados fue el aria de la mezzo Sofía Pollak, que surge como una promesa. Aún tiene una voz pequeña y es poco pareja, pero es bastante musical y tiene instinto. Aquí el director cuidó los balances lo que redundó positivamente en el resultado final.

En general, la enorme masa coral de más de 90 integrantes estaba en conocimiento de la obra y la cantó con fluidez. Sus voces más bien livianas se vieron exigidas casi al límite en ciertos coros y en otros tendieron a gritar para darle, al parecer, más peso vocal.

En justicia a lo observado tenemos que reconocer el éxito de aquel segmento donde se pide: “debe morir”, de gran fuerza. Tanto como el carácter orgiástico del pasaje de los adoradores de Baal, o el hermoso “quien persiste hasta el final” de gran emotividad.

Las voces cantan

Entre los solistas, la soprano Carolina García no cesó de mostrar su bello timbre y gran musicalidad. Lo hizo en sus arias, cantadas en estilo y en forma expresiva. Y recordamos especialmente el como pudo sostener la belleza de “Escucha Israel”, a pesar de la extrema lentitud con que fue llevada. En los dúos y cuartetos consiguió el mismo éxito.

Roxana Herrera, la segunda soprano, se mostró muy segura y musical, logrando además cantar en forma muy hermosa el rol del niño. El tenor Iván Rodríguez siempre impresiona por su timbre y musicalidad. En esta oportunidad no defraudó, no obstante en algunas de sus arias le faltó más peso vocal, ya que el acompañamiento orquestal era demasiado grueso para la liviandad de su voz. En todo caso la seguridad de su desempeño impresiona favorablemente.

Álvaro Zambrano es otra de las promesas. Tiene una voz interesante de tenor que debe desarrollar pues es bastante musical y seguro. Cristián Moya, el barítono que asumió el papel de Elías, a pesar de lo musical y del conocimiento que tiene de la obra, le fue imposible luchar con esa enorme masa orquestal. Tocando a todo volumen, toda la prestancia mostrada en los números iniciales desapareció producto del agotamiento en su lucha contra la orquesta.

Creemos que el entusiasmo que provoca enfrentar obras como este oratorio debe hacer meditar sobre los tiempos necesarios. No sólo se trata de aprender las notas. También hay que asimilar la obra. Madurarla. Y entonces poner en marcha toda la indudable musicalidad de cada uno de intérpretes para que al final un director tan dotado como Víctor Alarcón obtenga los resultados que espera y se merece.
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