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La sabiduría de los tiempos

19 de Julio de 2007 | 00:00 |
La banda emblemática de principios de los ’70 regresa con un nuevo disco, grabado en Chile y Francia al mismo tiempo, mientras se preparan para presentarlo en una gira que también conmemorará los cien años de la matanza que dio origen a la Cantata Santa María de Iquique. Con 42 años de trayectoria, la agrupación se deshizo de sus conflictos con el pasado. "No nos angustia, somos eso, qué le vamos a hacer", dice su director, Eduardo Carrasco.

Sebastián Cerda

Revolución y estellas: Eduardo Carrasco, un histórico en Los Tres Barbas. Aquí lo explica todo. (foto: El Mercurio).


Pocos músicos tienen el privilegio de haber interpretado la banda sonora de una época. Lograr que el recuerdo de un puñado de años venga a las cabezas de miles con sus sonidos, como el fondo inseparable de las respectivas imágenes.

Quilapayún es una de esas agrupaciones. Temas como "La Muralla", "La batea" o "La ollita" son el complemento necesario a la hora de recordar el Chile de los ‘70. Imágenes en blanco y negro de un país en punto de ebullición, de fuertes convicciones y, a la vez, profundamente despierto.

Sin embargo, esa imagen más clásica del conjunto está lejos de ser la única. Quilapayún completa 42 años de actividad ininterrumpida, pese al exilio en Francia tras la llegada de los militares al poder, a la residencia que parte del grupo mantiene hasta hoy en ese país e, incluso, a un cisma que dio origen a un nuevo conjunto con el mismo nombre, disputas legales mediante.

Hoy el Quilapayún "chileno" está ad portas de editar un nuevo disco, que se titulará Siempre, y con el centenario de la matanza obrera en Iquique como detonante para revivir una de sus obras más célebres, la Cantata Santa María de Iquique.

Gracias a esos discos de 1970 y de 2007 la banda pasará agosto en gira. "Vamos a hacer varias canciones nuevas y algunas de las más clásicas. En la segunda parte vamos a cantar la Cantata... con las orquestas sinfónicas juveniles. En cada ciudad con su respectiva orquesta", anuncia uno de los fundadores de la agrupación, Eduardo Carrasco.


Quilapayún, ahora!: El ensamble con más años encima y las mismas voces tronadoras. (foto: El Mercurio).
-A punto de editar un nuevo disco, ¿cómo se enfrentan a ese proceso después de 40 años?
-Para nosotros los discos siempre han sido el desafío más gratificante. Los discos quedan, mientras que los recitales, por más lindos que sean, pasan. En los discos tienen una vida que se prolonga. Los nuestros se han perdido, fueron borradas las cintas por circunstancias políticas, tuvimos que recuperarlos. La semana pasada yo compré el primer disco de Quilapayún a una persona que tenía un negocio en Valparaíso, que para el golpe militar los escondió y después se olvidó. El señor se murió, pero su hija encontró los discos y ahora los está vendiendo.

-¿Y un Quilapayún compró un disco de Quilapayún?
-Pero claro. Si esas cosas las perdimos. En E-Bay (www.ebay.com) se rematan discos nuestros de 45 hasta por 100 dólares. Todo eso habla de la permanencia de nuestros discos.

-Y a la hora de trabajarlos, ¿es el mismo entusiasmo de hace 40 años?
-Es fenomenal. Tú sabes que tres de nosotros estamos acá y seis están en Francia. Si no existiera internet y las posibilidades técnicas de trasladar la música de un estudio de París a uno de acá, no habría sido posible ese disco.


Quilapayún por siempre: Una actuación de los años 80. (foto: El Mercurio).
-O sea que pasaron de un tiempo en que les quitaban las cintas que habían grabado juntos, a uno en que pueden grabar con los integrantes a un océano de distancia.
-Claro. Nos pusimos de acuerdo en los arreglos, nos mandamos proyectos, partituras, grabaciones caseras, uno de nosotros fue para allá y empezamos a grabar paralelamente. Finalmente, concentramos todo el material aquí. Fue muy emocionante.

-¿Es la tónica que puede instalarse para venideros discos?
-Sí, es un sistema de trabajo que ahora vamos a usar siempre.

-Este disco tendrá un bolero ("Palabras de amor"), ¿hacerlo es también una forma de despegarse de los estereotipos que siempre recaen sobre ustedes?
-Nosotros siempre hemos estado huyendo de los estereotipos, pero siempre nos volvemos a encontrar con ellos. De alguna manera, lo que uno va haciendo va marcando el camino, y cuando uno hace algo nuevo se complejiza el estereotipo. Por eso le pusimos a este disco Siempre, porque queremos mostrar al Quilapayún de siempre, pero también hay otro.

-¿Y cómo definiría usted al Quilapayún de siempre?
-La respuesta a eso está en la canción "Siempre", que abre el disco. Es una definición poética de lo que somos.

-¿Una declaración de principios?
-No sé si se le pueda llamar así. Es como una descripción de lo que siempre hemos sido. Nos caracteriza una disposición a desplegar una utopía que no sólo es social. Cuando entramos en el período de La revolución y las estrellas (1982), todo lo que era político-social en un primer momento se completó con una cosa cultural, artística, poética. Ese impulso está siempre, pero también hay un realismo. Es una mezcla contradictoria. No dejarse llevar sólo pr los sueños, no volverse locos, ser fieles a esta tierra. Pero no renunciar tampoco a los sueños.

-A veces pareciera que mientras Quilapayún avanza, su imagen permanece un poco estancada, que la gente insiste en verlos de un modo particular. ¿Les molesta eso?
-Hace un tiempo nos molestaba, estábamos un poco locos con la renovación y sentíamos incluso un poco de angustia frente a eso. Pero hoy no, hoy lo vemos con mayor serenidad, y sentimos que si se ha formado ese estereotipo es por algo, porque ciertas cosas marcan. Hay canciones que quedan asociadas a una época, pero que después van recibiendo nuevas lecturas. Como le pasó a la misma Cantata..., que antes de la elección de Allende era un canto de unidad, luego de su elección fue símbolo de un momento victorioso y cuando vino el golpe militar fue testimonio artístico del dolor. Lo que intentamos hacer es descubrir cómo se lee a Quilapayún hoy. Hay un lazo con el pasado, pero también una renovación. No nos angustia el pasado, somos eso, qué le vamos a hacer.

-El estilo que ustedes cultivaron en los setenta, combativo, de puño en alto, hoy sigue siendo popular, incluso en la juventud. ¿Cree que ese estilo tiene real cabida hoy o la mirada a él es más nostálgica?
-Tiene cabida de otra manera. En este disco hay una canción de denuncia de Leo Maslíah, "Final feliz", que es una ironía en torno a lo que ha pasado, en que tras la violencia de la dictadura ha bastado con que las Fuerzas Armadas digan "nunca más" para que todo se olvide y estemos todos felices, como si eso echara tierra al salvajismo. Ha venido una sabiduría, una serenidad, en que uno sabe que hay una cuota de imposibilidad en tus sueños.

-¿Bajaron un poco el puño?
-Pero no significa que no lo vuelvas a levantar, porque eso sería terrible. Tendríamos que reconocer el fracaso definitivo, y eso es algo que ningún artista puede hacer. El arte mismo es un puño levantado, que no es el de la lucha social, pero sí el de la humanidad, de la esperanza en el ser humano.

-¿Y qué le dice que jóvenes de 20 años levanten el puño con canciones que tienen casi 40?
-Son momentos. Yo me he dado cuenta de que no todos viven en el mismo tiempo. A veces atraviesas hacia otro tiempo y te quedas como adelantado, mientras otros vienen corriendo atrás. Hay muchos que viven hoy en la Unidad Popular, otros en la dictadura, otros en el 88. Son personas a las que yo no desprecio, porque yo también pasé por ahí. Muchos tiempos coexisten a la vez.

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