Pese a que "Bury the hatchet"logra recuperar algo de la dulzura irlandesa que los Cranberries parecieron perder tras su refrescante irrupción de 1993 ("Everybody else is doing it, so why can't we?"), sus seguidores y los no tanto coincidirán en que ni la voz de la cantante Dolores O'Riordan ni los arreglos de sus compañeros alcanzan para formatear algo de carácter. Comparativamente, los temas del séptimo álbum del grupo descansan en un sonido más cuidadoso, con gaita, cuerdas o corno, pero como disco pop funciona sólo a medias porque carece del gancho melódico de antiguos hits como "Dreams"o "Linger", sin contar tampoco con la distinción suficiente para destacarlo entre tantas ofertas de intención similar. Más bien, vale como tentempié para una banda saliendo de serios tropiezos personales y profesionales, y en posible camino a mejores resultados.