Quizás Eric Clapton un día, en la tranquilidad de alguna de sus mansiones, puso su anterior álbum Pilgrim (1998), miró por la ventana y trató de recordar dónde tenía la cabeza cuando se le ocurrió coquetear con la electrónica para aquel disco. Como terapia desesperada (y él es un tipo que sabe de eso) corrió donde un chamán del blues como es B.B. King para pedir perdón por la tontera, y sanarse a costa de un gran y galardonado álbum: Riding with the king (2000).
Lo bueno es que la sobredosis de espíritu santo blusero todavía lo contagia y abunda en Reptile, su nuevo álbum. El más purista de los guitarristas británicos que a comienzos de los 60 abrazó la religión del blues regresa - otra vez- a cauce original. Y tomó sus precauciones para no tentarse en el camino. Reclutó exactamente a la misma formación que tomó parte en su reunión con B.B. King; grabó con ella en el mismo estudio que utilizó para Riding..., y convocó un par de refuerzos de marca mayor como el formidable apoyo vocal de The Impressions - el legendario trío vocal liderado por el fallecido Curtis Mayfield- , y la vibra soul y funk del veterano Billy Preston, el tecladista de las estrellas (The Beatles, The Rolling Stones).
Y hubo aun más resguardos al momento de elegir los títulos, entre ellos, varios con la firma de grandes y medianas leyendas: Come back baby de Ray Charles, con uno de los mejores solos de guitarra que Mano Lenta haya ejecutado en años; Travelling light de J.J. Cale, el creador de canciones que luego Clapton convertiría en éxitos como Cocaine y After midnight; Aint gonna stand for it, de Stevie Wonder, un flirteo con el pop que recuerda su material de los 80, y la versión soul de Dont let me be lonely tonight, del resucitado James Taylor, con una interpretación vocal tan sorprendente (hay que chequear el grito que desgarra al minuto y medio), como vibrante.
Claro que la intensidad no resulta inmediata. La partida, con el instrumental que da título al álbum es algo desconcertante: un bossa nova algo cursi, que recuerda a esas cortinas musicales utilizadas en la televisión criolla, cuando un cartón en pantalla pedía disculpas por una falla en las transmisiones. La misma sensación ocurre, esta vez por motivos líricos, con Believe in life, una declaración de amor tal vez comprensible en su etapa con Yardbirds, pero absolutamente acaramelada para un músico de 55 años.
Con Reptile Eric Clapton se escucha y se siente tan confortable como lo hizo en su memorable homenaje al blues - From the cradle (1994)- y canta mejor que nunca, con ese sentimiento propio de la raza que con certeza él hubiera deseado integrar. Aunque el ejercicio sea casi irrealizable - es imposible no saber quién es Eric Clapton- , si se olvida su nombre y sólo se escucha su guitarra y su voz, Mano Lenta cumple una vez más su sueño. En Reptile el hombre de color que habita en él, posee a plenitud su alma y su música.
Marcelo Contreras