Que Lenny Kravitz es un deudor del soul, de John Lennon y de Jimmy Hendrix no es, a estas alturas, una novedad. Lo que sí sorprende siempre es su capacidad recreadora. Kravitz reconstruye para sí, con frescura y hasta con sabor propio, una música y unos músicos que, por perfectos, parecen insuperables. No los supera, pero sí se acerca a ellos con dignidad y fuerza, con respeto.
Let Love Rule (1989) es el primer disco de este neoyorkino de 36 años, que hasta ahora no estaba disponible en nuestro país. En él ya están las claves que hicieron de Kravitz un ícono del nostálgico rock negro de los 90: arreglos de bronces, quiebres de órgano, una base rítmica potente y vocalizaciones corales 100% afroamericanas.
El producto son 13 canciones. Algunas, de urgente grito desgarrador (I build this garden for us); otras, de delicado romanticismo (My precious love).
Nada es nuevo, pero todo tiene una factura impecable y habla de un tipo que ha puesto su talento al servicio de la preservación.
Jimena Villegas
