Solar ya supo demostrar el mejor gusto al orquestar un disco de rock finamente decorado en el indispensable "Play" (1997). Era tiempo de superar la prueba contraria. Tras cuatro años en pos de un sonido más despojado, el grupo chileno ha llegado al punto en que es imposible mentir: el trío de guitarra, bajo y batería. Esa economía de recursos ordena las seis canciones de su segundo disco, ásperas y eléctricas como nunca antes. Pero el detenimiento permite descubrir los juegos armónicos que han hecho del cantante y guitarrista Alejandro Gómez uno de los compositores más personales del rock local en melodías rockeras y sensibles como "Sábado" o "Siempre uno mismo". Sólo la cantidad de canciones resulta mezquina, pero quien haya valorado la elaboración de ayer apreciará la austeridad de hoy: el talento de Solar sigue siendo una garantía.
David Ponce