El ecléctico vocalista de los desaparecidos Mano Negra, literalmente, lo volvió a hacer. Tal cual, igualito, calcado. Un disco que, siguiendo el legado de su debut como solista, Clandestino (1998), mezcla sin Dios ni ley todo tipo de ritmos, idiomas e influencias hasta dar con ese concepto magnéticamente inefable.
Patchanka lo llama Manu Chao y no es otra cosa que un collage sónico que no tolera el descanso ni las estructuras, que puede fusionar sin problemas la voz del Pato Donald para ironizar en inglés (Promiscuity) con un buen arreglo de bronces (Le rendez vous), que puede descargar una apología feminista en portugués (Homens) para cambiar a una salsa nativa pero cantada en francés (El dorado 1997).
Próxima... entretiene, qué duda. Es demasiado parecido al anterior, es cierto, usa las mismas estructuras musicales y efectos (Mr. Bobby), la cadencia es la misma y apenas cambia el discurso, pero el francés se las arregla para no agotar. Y eso, hoy en día, sí que es valorable.
Pablo Márquez