La idea: volver a primera división del rock mundial.
La banda del impredecible Scott Weiland - otrora icono del rock de los 90- , Stone Temple Pilots, vuelve al ruedo con un álbum cuya misión es devolver a los músicos norteamericanos su antiguo estatus. Esa que alguna vez lucieron, desde su disco debut, Core (1992), gracias a canciones llenas de sangre como la notable Plush.
Y el intento no es malo. Mucho mejor que los anodinos esfuerzos anteriores. Porque, siempre bajo la tutela de la guitarra de Dean DeLeo, los STP se mueven con soltura en el área más ruda del campo rockero (Dumb love, Transmissions) y hasta se dan tiempo para lucirse con algunas melodías de medio tiempo (Hello, its late, Bi-Polar bear) capaces de hacer dormir a sus fieras.
Ahora, volver a jugar en cancha de pasto está difícil, es cierto, pero los muchachos se merecen una oportunidad.
Pablo Márquez