Hasta una canción optimista como "Sing" suena melancólica en manos de Travis: el tercer disco del grupo escocés reincide en el rock contemplativo que cultivó en "The man who" (1999), su anterior grabación, indispensable aunque también difícil de superar.
No todos los discos de un grupo pueden estar benditos como aquél, pero aquí Travis diseña armonías igualmente emotivas en "Dear diary" y "Pipe dreams" y sigue cantando con la delicadeza y sensibilidad que Radiohead enseñó cuando aún era una banda de este planeta.
David Ponce.
