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Sound Dust

17 de Agosto de 2007 | 01:14 |
En sus diez años de carrera, Stereolab puede vanagloriarse de mucho. Creó una identidad musical, formó escuela, reivindicó a artistas infravalorados, se reinventó a sí mismo un par de veces, cambiando casi por completo el sonido de sus discos, por nombrar algunos puntos. Pero hay algo que se empieza a extrañar: la sorpresa. Desde Dots and loops (1997), sus placas se han vuelto en un verdadero ejercicio intelectual, cada vez más distante de la audición fácil y el hit inmediato, pese a que, contradictoriamente, se nutren del pop más que nunca. Sin embargo, nadie puede acusarlos de inconsecuentes, pues su deconstrucción del pop ­finalmente, su leitmotiv como artistas­ se está llevando hasta las últimas consecuencias.

Cristián Araya
EL COMENTARISTA OPINA
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