El trabajo de esta cantante uruguaya es tributario del que hacían voces ya clásicas del Cono Sur, como Sandra Mihanovich o Marilina Ross.
Igual que el de ellas, el suyo es intimista y femenino. Está lleno de guiños propios de una tarde entre amigas: habla de amores ("Primera cita"), de género, de soledades, de hijos ("Ani"), de espejos crueles que delatan el paso de los años.
Si se lo entiende así, resulta grato. Incluso estimulante.
Porque también tiene una vuelta de tuerca a la modernidad, entendida -por ejemplo- como Rosana, con ritmos flamencos ("Casandra") o latinos ("Furiosa") y letras frescamente cotidianas.
Jimena Villegas