No hay malestar, físico o sicológico que no se vea apaciguado ante la exposición de una terapia como "Cacoon", una de las tantas buenas y nuevas canciones de una islandesa cada vez más sorprendente.
El sucesor de "Homogenic" (1997), como Björk, es delicado, magnético, fascinantemente misterioso a ratos y totalmente expuesto en otros momentos. Se trata de un disco sobrecogedor, que puede sacar tanto provecho del minimalismo ("It's not up to you") como de los detalles sonoros nacidos de perillas y de los múltiples planos vocales controlados por un disco duro ("Pagan poetry").
Como en "Selmasong" (2000), suena doliente y oscura cuando se lo propone. Como en su notable "Debut" (1993), suena tan fresca como el luminoso sonido de la caja de música titulado "Frosti", el único e imprescindible instrumental del disco.
Con todas sus letras, "Vespertine" es una delicada pero sólida muestra de poder. El poder incombustible de una artista excepcional.
Pablo Márquez F.