A dos años de su anterior disco, "Los ojos", Luis Alberto Spinetta vuelve con un disco tan críptico como su título: según él, la metáfora de una nueva divisa para valorar al mundo (?).
Y para eso distorsiona su registro para acoplarlo a las bondades de su guitarra ("Enemigo"), coquetea de lejos con el jazz ("El mar es de llanto"), juega con los quiebres y el ruido ("Tonta luz"), en fin, pulsa botones y experimenta con los sonidos como un niño frente a un videojuego.
El flaco siempre ha tenido la cabeza llena de ideas y melodías y aquí, parece, quiso volcarlas todas a la vez. Y la sobredosis resulta, especialmente cuando entre tanto bombardeo aparecen canciones tan Spinetta como "Abrázame inocentemente" y el mundo vuelve a quedar en orden.
Pablo Márquez