Este disco doble, registrado en vivo en la ramada dieciochera de Álvaro Henríquez, es sorprendente. Por su eclecticismo, su desprecio al mandato de las pautas comerciales, su sabor a verdadero.
A cualquier otra propuesta discográfica no se le perdonaría su falta de calidad sonora. Tampoco sería aceptable un cantante con la voz ya raspada por los años, como el tío Lalo Parra ("La gallina"). Pero aquí los parámetros deben ser otros. Porque, a cambio, están expuestos algunos de los hilos más auténticos que tejen el alma popular chilena.
El irreverente folclor con piano y tormento de Los Chileneros ("Soy del puerto", "Las fiestas patrias"). La dócil voz de María Ester Zamora, quien lleva el tango hasta la emoción en "Los mareados" y se pasea oronda en el vals peruano ("La flor de la canela"). La magnífica versión de Los Bunkers para "Y volveré", aunque Germaín sea irreemplazable. Los clásicos del trópico chileno de Tommy Rey ("Agua que no has de beber", "Pobre caminante").
Y, sobre todo, esa lectura inteligente, llena de vida, sobre vejestorios musicales que Henríquez saca a veces debajo de su manga, como "Lágrimas negras", del gran Matamoros.
Jimena Villegas