El hombre ancla de Los (cada vez más dispersos) Fabulosos Cadillacs, el siempre esquivo Vicentico, debuta en solitario con este disco que recuerda a algunos de los mejores momentos junto a su ya añosa banda.
Esos años de melodías trasnochadas, de frases tan notablemente dolidas como las de "Yo no me sentaría en tu mesa" o "Vasos vacíos", entre varias otras, pero llenas de ese festivo y estruendoso desparpajo.
Con su voz destemplada de siempre, sus letras ácidas amortiguadas con los ritmos tropicales y con los tambores que tanto le gustan, y ese desgano tan suyo, el argentino nos pasea por pálidas declaraciones de amor ("Quisiera"), gritos de guerra ("Vamos") y arrumacos ("Canción de cuna"), entre otros tópicos de su complejo universo personal.
La feligresía de los Cadillacs debería quedarse tranquila: en solitario, Vicentico sigue tal como lo queremos. Taimado, un poco sobrevalorado, pero siempre con buenas canciones a cuestas para recurrir, a ciegas, durante una buena noche de cervezas, amigos y unas cuantas verdades.
Pablo Márquez F.