Coldplay sale bien parado. "A rush of blood to the head" no elude a su disco antecesor, "Parachutes" (2000), y reproduce su mismo espíritu (el single "In my place" lo demuestra), pero además sabe abrir los territorios de la banda.
Están los temas suaves, como "Green eyes", que parece haber sido sacada de una sesión unplugged, o el conmovedor tema que da nombre al álbum. Pero están también "A whisper" o "Daylight", donde se despliega una abierta, oscura y exquisita inspiración psicodélica.
Por ahí, como en todas las cosas, se pueden seguir encontrando influencias. De hecho, en el piano introductorio de "The scientist" pareciera estar tocando John Lennon, pero quedarse en eso es tan innecesario como injusto.
Coldplay mantiene esa sobriedad conmovedora y melancólica que inauguró hace dos años, pero, por sobre todo, trae un puñado de buenas canciones. Y eso es lo que verdad importa.
Jorge Leiva