El violinista estadounidense ofrece una interesante pareja en este álbum: una pieza esencial del repertorio de su instrumento - el concierto de Sibelius- y una obra casi olvidada del compositor húngaro Karl Goldmark (1830-1915).
Bell aborda la obra maestra del finlandés haciendo gala de su prodigiosa técnica, mostrándose particularmente reflexivo y acompañado en forma atenta por un analítico Esa-Pekka Salonen al frente de la Filarmónica de Los Angeles. Sólo se echa en falta un poco más de brillantez y calor expresivo.
Donde no queda lugar a dudas es en la rendición que solista, director y orquesta hacen del concierto de Goldmark. Defienden con convicción absoluta esta amable obra, extrayendo todo el sabor de sus aires gitanos, magiares y judíos. Como para pensar en un posible retorno de su popularidad.
Sonido bien balanceado y de gran definición.
Pablo Arce