Pese a navegar en las aguas del dark, un estilo que tuvo su apogeo en los 80, el primer álbum de este cuarteto chileno se mueve en él con personalidad y sin perder vigencia.
Porque son capaces de imprimirle el oscuro sello atmosférico inherente a esta tendencia y añadir brillantes momentos de tensión y angustia.
Indispensable resulta el excelente trabajo de Daniel Dávila, que con una guitarra filtrada por efectos crea ambientes complejos que por momentos recuerdan a magistrales trabajos del estilo, como los más oscuros del sello inglés 4AD. Inmersa en ellos, sobresale la barroca voz de Alejandra Araya que da vida a temáticas existenciales y deja su impronta en una propuesta que sin duda resulta poco comercial, pero de gran valor artístico.
Raúl Márquez M.