Maestro en los pliegues dramáticos y penetrantes de la música y la poesía, Víctor Jara es un autor difícil de homenajear, y este disco lo deja a ratos penosamente claro. Silvio Rodríguez lo abre con una versión de "Te recuerdo Amanda" tan desprovista de misterio que incluso parece registrada con cierto apuro. La epopeya airada de "Vientos del pueblo" resulta inaudible en la sobreestilizada versión de Ana Belén y Víctor Manuel, y los españoles Ismael Serrano y Javier Calamaro hacen una versión mediterránea el uno y ranchera el otro para los íconos "El aparecido" y "El cigarrito", nada menos, con resultados pulcros pero mínimos.
El disco no está desprovisto de momentos valorables. No está mal León Gieco en su interpretación, pobre pero honrada, de "Plegaria a un labrador", ni Joe Vasconcellos dispersando sabor brasileño en "Ni chicha ni limoná", ni muchos menos Los Jaivas, Sol y Lluvia ni Schwenke y Nilo en personales y sinceras versiones de "Vamos por ancho camino", "Caminando y caminando" y "Luchín". Jorge González ("Paloma quiero contarte") está talentoso pero críptico, como ya es habitual. Pero son los veteranos Quilapayún ("El pimiento"), Patricio Manns ("No puedes volver atrás") y Congreso ("Angelita Huenumán") quienes más aciertan en el difícil reto: exponentes de esa fecunda reunión entre folclor y tradición académica europea, son los únicos capaces de hacer un aporte instrumental e interpretativo a los originales.
Tributo, lo que se entiende por tributo, sólo hacen dos de estos 17 músicos: el argentino Víctor Heredia ("Homenaje") y el peruano Lucho Barrios, quien, en "Lo único que tengo", sin efectos, sin estilizaciones, sin grandes arreglos, es quien mejor logra expresar el carácter humano y conmovedor de la música que le encargaron homenajear.
Paula Molina