En términos artísticos, los hermanos Gibb eran gente pobre, pero honrada. No poseían un genio vanguardista como el de David Bowie, pero los guiaba un impulso melódico sólo comparable al que inspiró las carreras de Jeff Lyne, Richard Carpenter, Burt Bacharach. Gente que conocía la tecla de lo inolvidable y sabía exactamente cómo pulsarla. Los Gibb también sabían cuándo, y en pleno revival vuelta de la música disco y reestreno de "Grease" de por medio publican su último recopilatorio. Al menos 21 de las 24 canciones del álbum corresponden a éxitos planetarios: "Jive talkin'", "Massachusetts", "How deep is your love", "You should be dancing", por enumerar. Tras casi 30 años, el olfato comercial del trío permanece intacto y el disco grabado en vivo el año pasado se mueve en los terrenos parejos que mejor soportan los sobrevivientes del pantalón pie de elefante, que ya irán por la cuarentena. No hay arrebatos en el álbum, sino un emotivo fluir de estribillos memorables, aligerado por discretos arreglos, la mayoría de ellos, acústicos y al piano. Una pieza perfecta para quienes aprecien al grupo.
Paula Molina
