Que Rosana no asome ni en una pequeña foto de carátula de su nuevo disco, no le quita a Luna nueva un ápice de personalidad. La cantautora española ha elegido que sean sus letras las que la muestren abierta y sinceramente al auditor, y su voz algo enigmática sólo colabora a potenciar el carácter de su trabajo. Dentro de las abusadas convenciones de la confesión sentimental, la compositora se mueve con inteligencia, sorprendiendo más de una vez con opciones que agitan las consabidas pautas de su estilo.
Romántico hasta la médula, Luna nueva es un disco que sabe presentar el mismo tema con distintos velos que cubren pero no confunden su esencia. Contigo es un bolero de apasionada declaración (todo el camino, ardo en deseos de andarlo contigo) y El día que se hizo tarde, el fino relato con olor a ranchera de un abandono que prueba con contundencia el talento escrito de su autora (y que aquí se presenta en dos versiones, una de ellas junto a la voz de María Dolores Pradera). Entre esos dos extremos - de euforia y desengaño- avanza un disco delicado, a pesar de ciertas discutibles lecciones humanitarias (Sonríe) y otras poco confiables incursiones en los ritmos caribeños (Pa' calor, Domingos en el cielo).
Hay rasgueos osados en Dunas de poemas y un bien logrado ensayo de gospel en español con Dime, pues también la voz de Rosana logra ser coqueta, tierna o amenazante según lo dicten los versos. A cargo de la producción y arreglos de sus propios temas, la española imprime un sello peculiar a un disco distinto, calificable sólo superficialmente junto con esfuerzos similares de congéneres y connacionales, como Silvia o Ella Baila Sola. Más cerca del desgarro del autor que de la correción del intérprete, el fenómeno de Rosana es el de la peculiaridad hecha canción, con todo lo elogiable que tal exposición supone.
