Pocos grupos locales han hecho de la raíz tradicional del blues y el rock and roll una devoción como Fruto Prohibido. Con la saludable práctica que le han dado dos años de intenso trajín tocando en vivo, el grupo debuta en el disco con el arsenal clásico de guitarra, bajo y batería al servicio de una colección de canciones simples, despojadas, a ratos inmaduras, cruzadas por manifiestos como Es sólo que me gusta el rock 'n roll / es cierto que son sólo tres acordes / pero me hacen perder la razón. La precariedad de las letras es innegable, pero también contribuye a fijar el rasgo adolescente propio del género en la voz del cantante Gastón Astorquiza, cuyo ingenuo y desenfadado entusiasmo vocal es el atractivo más impagable de este disco.
David Ponce