El talento del músico brasileño Chico Buarque posee proporciones monumentales, expresado no sólo en una carrera discográfica iniciada a mediados de los '70, sino también en cine, teatro y literatura, cauces válidos para su poética aguda y hermosa. Descontando el éxito planetario de canciones suyas como "O qué será" o "Bye bye Brasil" - ambas bastante lejanas ya- , Buarque no ha sobrepasar los límites amplios pero restringidos de Brasil, lo que resulta de lamentar, no por él, sino por públicos cercanos y sin embargo tan distantes como el chileno.
"As cidades" es su primer disco inédito desde "Paratodos" (1993). y tiene todas las características de embellecimiento que hicieron famoso a su compatriota Caetano Veloso en producciones como "Fina estampa", disco que puede resultar referencia útil para quienes se hayan dejado seducir por sus compases y aún no hayan probado la música compleja y hermosa de este autor.
"As cidades" está marcado por la base sincopada que une jazz y música brasileña y, naturalmente, toma de estos dos estilos sus principales influencias. A esa mezcla del preciosismo del jazz y el sentimiento brasileño suma una elaboración propia de academia: sus orquestaciones son precisas, y van mudando según las necesidades específicas de cada canción. Tan pronto se reúnen secciones de viento, cuerdas y coros, como se cae en el ámbito doméstico de la guitarra y la percusión. Un bandoneón irrumpe en el momento menos pensado, seguido por timbales, flautas o cavaquiños.
La lucidez de Buarque, la voz superior de su canto y poesía, barnizan esta serie variopinta con el ánimo dulce y sereno de una atardecer bahiano. Es en su voz donde se afina la serie enloquecida de sus acordes y se unen las repeticiones sinuosas con que estructura sus canciones. Para una audiencia local que en los últimos cuatro años se ha familiarizado con Brasil a través de visitas de Gilberto Gil, María Bethania, Joao Gilberto y el propio Veloso, Chico Buarque resulta una asignatura pendiente en la que urge ponerse al día.
Paula Molina