Este disco reúne dos de los conciertos más atractivos para el público y más aterradores para el solista. Enconados rivales artisticos, Brahms y Tchaikovsky coincidieron al menos en llevar al extremo las exigencias para el violinista en estas obras.
El encargado en esta grabación de reconciliar a estos dos compositores es otro genio: Jascha Heifetz (1901-1987), el hombre que siendo niño hizo decir al mismísimo Fritz Kreisler después de escucharlo: bien, caballeros, ahora podemos romper nuestros violines sobre las rodillas. Si se tiene en cuenta que el acompañamiento está a cargo de Fritz Reiner al frente de la Sinfónica de Chicago y que el sonido stereo de los registros hechos en 1955 y 1957 es muy bueno, se llega a una conclusión obvia: este es un CD imprescindible.
Pablo Arce C.
