Esta composición para dos violines, viola, cello, contrabajo, clarinete, trompa (corno francés) y fagot constituye una de las cumbres del repertorio camerístico de todos los tiempos.
El Octeto Filarmónico de Berlín entrega una lectura equilibrada que permite advertir el abanico de matices y emociones que interactúa en esta obra maestra de Franz Schubert.