La famosa "entrega" necesaria para tocar a Frédéric Chopin. ¿Qué es? ¿Cómo se adquiere? O simplemente no se adquiere. Arthur Rubinstein, en un comentario respecto de los tantos promisorios jóvenes que le tocó conocer, escribe que "en general, ejecutan correctamente las fugas de Bach; su interpretación de las sonatas de Scarlatti es casi siempre perfecta; sus interpretaciones de Mozart y Beethoven suenan bien y se ajustan a un buen estilo, pero cuando llegan a Chopin me decepcionan en su mayoría. Incluso mis amigos que ya han dominado los requerimientos técnicos, carecen de la clave mágica de Chopin". Arrau, simplemente, dividía a los pianistas entre los que tocaban y no tocaban a Chopin. Ni pura estrategia ni pura inspiración. La vida de esta música nace de esa combinación elusiva de maestría técnica e intensidad interpretativa, de pensamiento a la hora de conectarse con las manos y, lo más difícil, con el corazón.
Hay un giro de independencia de los grandes artistas. Chopin no es que sugiera esto para sus intérpretes. Lo exige. El ruso Nikolai Lugansky presenta aquí su versión para los 24 Preludios y hace saber, de entrada, que cuenta con la independencia necesaria para enfrentar uno de los puntos centrales de la escritura pianística de Chopin: la improvisación. Óscar Gacitúa decía que un pianista al enfrentar a Bach tiene siempre claro el contenido emocional y el tempo; con Chopin es diferente, cada vez que se está ante el piano su música surge de otra manera. Se escucha eso también en esta aplicación de Lugansky, quien casi da voz al piano y que controla la situación musical desde su cabeza. Es intelectual su forma de emoción, aunque parezca raro decirlo. Pero no por eso su emoción es menos intensa; al contrario. El viaje propuesto es, además, en cámara lenta, porque el tempo escogido es así, algo casi increíble en el inicio del famoso Preludio número 7. También hay un sentimiento trágico de densidad robusta, desplazado por la serie completa del Opus 28, pero especialmente en la Balada número 4, una obra reconcentrada, interior, de una melancolía masculina y escéptica que Lugansky sabe descifrar.
Juan Antonio Muñoz H.