El director Iván Fischer buscó rescatar el sabor auténtico de las danzas usadas por Brahms en sus arreglos pianísticos, los que a su vez originaron varias orquestaciones posteriores. Contrastes de alegría insolente y evocadora tristeza coronan una misión exitosa, en la que participaron - en notable comunión con la Orquesta Festival de Budapest- virtuosos músicos gitanos.