El pianista ruso que abandonó este mundo hace poco tiempo dejó para la posteridad algunas grabaciones imborrables. Refiriéndose a él se recuerda la afortunada clasificación del también célebre pianista Ferrucio Busoni. Dijo el virtuoso compositor y maestro: "Hay dos clases de pianistas: los que toman la literatura pianística y la ofrecen al auditorio, y otros que escogen en esa literatura sólo aquello que les favorece". Richter, ciertamente, era de los primeros y así lo demuestra la calidad de su repertorio y de su interpretación.
Aunque formado en la antigua tradición de pianistas del Conservatorio de Moscú, en el curso del eminente maestro Heinrich Neuhaus, Richter orientó su gran capacidad como ejecutante a servir fielmente los estilos de los autores que interpretaba, y a menudo como en el caso de los conciertos para piano y orquesta, los ejecutaba en ciclo completo y no escogía sólo los que le daban mayor lucimiento. Richter tocaba los cinco conciertos de Beethoven, los dos de Chopin y los dos de Liszt, pero también los cinco de Saint-Saëns. Su interés como intérprete estaba apoyado en la idea de brindar un aporte cultural, en completar la apreciación de un compositor y su época. Los tres conciertos de Rachmaninov figuraban también en su repertorio, aparte de los de Ravel, las Variaciones Sinfónicas de Franck y otras significativas composiciones.
El recuerdo del arte de este valioso intérprete europeo resalta en el interesante CD editado por Ermitage, en que Richter interpreta sólo tres autores: J. S. Bach (1685-1750); F. J. Haydn (1732-1809) y C. Debussy (1862-1918). Tres mundos diferentes en sus recursos expresivos, en la técnica del teclado, y también tres interpretaciones diferentes, no menos logradas en belleza sonora y habilidad técnica. El Bach de la Suite Inglesa N.o 3 ofrece la serie habitual de danzas dieciochescas con limpidez extraordinaria en el engarce de sus ritmos y temas, de belleza simple y decorativa. Haydn, en una Sonata en Do menor poco ejecutada, luce su equilibrio formal, el más desarrollado uso del teclado en el juego armónico y melódico y, finalmente, el grupo de seis Preludios (2.o cuaderno), de Claude Debussy, muestra al músico del impresionismo, pintor también de cuadros sonoros entregados en el teclado con sutileza, con atmósferas realizadas gracias al dominio técnico magistral. Un documento de gran valor para los estudiantes de piano y para todos quienes desean adentrarse en la realidad interpretativa de épocas diversas.
J. Daquin