Radiohead extiende un mapa imaginario. Zonas urbanas con títulos como "policía bueno policía malo", "accidentes", "anarquía", "mafia". Es parte de la gráfica de este álbum. La intencionalidad, más allá del valor estético de resaltar los callejones oscuros de la sociedad, sugiere que el quinteto inglés se ha detenido a mirar sus propias coordenadas musicales para seguir su ruta. Hay un par de luminosas avenidas electrónicas, mientras la melancolía congénita de la banda se desliza como bruma en renovados pasajes del tradicional formato guitarra, bajo y batería. De alguna manera Radiohead desea saber cómo llegó hasta acá, y por eso el álbum debiera tranquilizar tanto a los deudos de sus primeros tres discos como a los avezados que se dieron el tiempo de decodificar "Kid A" (2000) y "Amnesiac" (2001). La mirada al camino recorrido no es autocomplacencia, sino el respiro para continuar un trazado donde las canciones no se sujetan a las formalidades. Algunos creen que sólo el jazz es capaz de tal ejercicio. "Hail to the thief" está para demostrar lo contrario.
Marcelo Contreras