El esperado nuevo trabajo de los mexicanos, este disco doble de límites insospechables y códigos a ratos irreconocibles, no es tarea fácil de digerir. Es, más bien, una prueba de lealtad hacia una banda que, hace un tiempo, brilló por la espontaneidad y la liviana fuerza de una propuesta contagiosa.
Sabemos que el álbum, para ellos, fue tomado como un exorcismo. Sabemos, también, que fue rechazado por raro en su casa discográfica. Y, con todo eso a favor, al escucharlo queda claro que ambas partes tenían razón.
Las canciones de "Yo Soy", mitad cantada de la placa - y que, a diferencia de Barbie y Kent, no se vende por separado- , tienen esa dualidad exquisita del desencuentro permanente. Ese que provoca el autista punteo de guitarra en "Padre" (con aires de cueca) y el lúdico juego rítmico de "La Locomotora", el minimalismo de "Dos Niños" y la agresión inesperada de "Guerra".
Una tensión que, en "Revés", el lado instrumental, se agudiza hasta el desquicio. Aunque, claro, los Café Tacuba saben jugar con las emociones. Y como en el sauna, el sopor de atmósferas sin sentido ("La Dos", "La Diez") lo remecen con la ducha fría de ambientes algo más coherentes y, por qué no, hipnóticos ("Clarinetes", "La Muerte Chiquita Kron").
Los mexicanos, advertimos, regresaron muy diferentes. Ya no está la algarabía charra ni la brutalidad simpática. Por el contrario, "Yo Soy / Revés" es un álbum oscuro y denso. Molesto, cuando quiere. Pero, qué duda cabe, sincero y con un par de genialidades que pueden llegar a salvar la plata. No mucha, eso sí.
Pablo Márquez F.