"Remos en el agua"
No puede despegarse Horacio Salinas en su segundo disco solista (el primer intento fue Música para cine, de 1997) de su recorrido existencial como parte de un grupo. Un grupo, por lo demás, tan definitoriamente deudor de lo colectivo -en su mensaje, su modo de trabajo y su filosofía- como lo es Inti-Illimani. En la carátula -en la que prefiere presentarse más génericamente como "Salinas"- lo acompañan tres músicos (entre ellos su hijo, el tecladista e integrante de Petinellis, Camilo) y, en el estudio, fueron diez personas que aportaron los colores a sus arreglos imaginativos para canciones que, de nuevo, convocan a otros nombres grandes de las letras, principalmente Patricio Manns (escritor de tres canciones), Jorge Teillier ("Bajo el cielo nacido tras la lluvia") y Nicolás Guillén ("De vuelta").
Sin embargo, no es difícil adivinar la presencia dominante de Salinas, y no sólo por su canto. La imaginación de arreglos vagamente asociables al folklore latinoamericano -no es éste, gracias a Dios, otro álbum de cuoteo de géneros- y la libertad que descansa sobre las manos de los tres músicos de su banda (además de su hijo, Fernando Julio de Javiera y Los Imposibles y Danilo Donoso), permite un álbum que, paradójicamente, sólo es imaginable en un creador solista de experiencia y desprejuicio, como lo es el ex-director artístico de Inti-Illimani. Sólo desde la plataforma confiada de un músico que quiere disfrutar y fundirse junto a otras voces puede nacer un disco que suene así de vivo. Salinas ha optado por escoger versos humanistas, que alternan historias y reflexiones sencillas, como las que conoce cualquier auditor, y que hablan del mundo popular que lo apasiona. Su registro vocal puede, por momentos, distraer la acogida que ofrecen estos arreglos cálidos y brillantes. No es Salinas un gran cantante, aunque su fuerza vocal logra teñir de algo cercano al goce los infinitos timbres -instrumentales y literarios- a los que elige confiar su música. Si antes era todo el gran ensamble de Inti-Illimani el que urdía esta misma inquietud de cruce, hoy es una banda pequeña la que -a punta de cuerdas, Hammond, acordeón, bronces y percusiones- llena los mismos amplios espacios (Warner, 2003).
Marisol García C.