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Lo mejor de...

17 de Agosto de 2007 | 01:14 |
Aznavour es el armenio vivo más conocido del planeta y simultáneamente el último símbolo de la canción francesa de music hall del siglo XX. Todo esto no habría sido posible si sus padres no hubieran tenido que huir de las tenazas de los turcos para instalarse en París y porque una cuerda vocal paralizada le dio a su voz ese tono raspado y melancólico característico. Ese tono que la inolvidable Yolanda Montecinos calificaba brillantemente como "caprino".

La vida de Aznavour siempre estuvo ligada al espectáculo en el sentido más amplio, ya sea cantando, bailando, actuando etc. Debutó en el teatro y en el canto a los nueve años de edad alentado por su padre, que era cantante y dueño de un restaurant, y su madre, una modistilla que actuaba ocasionalmente. Sin embargo, el impulso más importante de su carrera se lo dio la legendaria Edith Piaf, a quien Aznavour le componía canciones e incluso le manejaba el auto. Fue ella quien le sugirió que se hiciera una cirugía estética en la nariz y le enseñó la manera de convertir sus debilidades vocales y escénicas en el corazón mismo de su estilo artístico. Al parecer fue él mismo quien observó la conveniencia de simplificar por razones meramente comerciales su nombre de nacimiento, Chahnour Varenagh Aznaourian, y dejarlo sólo como Charles Aznavour.

La carrera de Aznavour se catapultó a mediados de los años cincuenta. Fue entonces cuando comenzaron a sucederse los contratos mayores y los compromisos en escenarios importantes como el Carnegie Hall y el Olympia e inició su carrera como actor de cine actuando en películas como "El testamento de Orfeo" de Cocteau y "Disparen sobre el pianista" de Truffaut. Ya en los sesenta su nombre era muy popular, e incluso el maestro Bob Dylan lo citaba entre sus preferencias musicales.

Estos dos discos que se presentan como "Lo mejor de..." son una selección comprensiva de algunos de los más célebres éxitos de Aznavour cantados en castellano. Al escucharlo el auditor podrá darse cuenta fácilmente de la enorme influencia que este cantante tuvo entre toda una generación de músicos latinoamericanos. Es muy probable que sin Aznavour no hubieran existido copiones como Sandro, Los Iracundos ni Leonardo Favio o al menos habrían sido bien distintos. Hay casos donde el plagio es descaradamente notorio.

Resulta cuanto menos curioso el efecto que les produce a estas canciones su peculiar interpretación en castellano. La pronunciación de Aznavour, bastante digna por lo demás, a veces le juega algunas trampas inesperadas que hacen que sus canciones pierdan solemnidad y dramatismo se vuelvan algo cómicas.

Un deleite para el llorón de toda edad (EMI, 2003).

M. S. Q.
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