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El último samurai

17 de Agosto de 2007 | 01:14 |
Aunque empezó a trabajar en la industria cinematográfica en 1982, sólo fue en 1988 cuando el compositor alemán Hans Zimmer se dio a conocer masivamente, gracias a su partitura para la cinta Rain man. No sólo fue la primera de sus siete nominaciones al Oscar (premio que finalmente ganó en 1995, por la música de El rey león), sino además el despegue de una carrera que lo ha ubicado entre los más cotizados autores de soundtracks en Hollywood, acumulando a sus 46 años alrededor de 80 trabajos para el cine. Y también uno de los más premiados, pues además de la estatuilla de la Academia ya tiene un Grammy y dos Globos de Oro, entre otros trofeos.

Como todo el mundo sabe, en la Meca del cine tanto pergamino no necesariamente es sinónimo de calidad, pero afortunadamente, sin ser un genio, Zimmer siempre se las arregla para entregar trabajos sólidos y llamativos. No importa que a veces decepcione (como en la fallida Hannibal, que no le llegó ni a los talones al estupendo trabajo de Howard Shore para la anterior aventura de Hannibal Lecter, El silencio de los inocentes), porque a cambio puede ser el responsable de auténticas obras maestras, como La delgada línea roja. El músico ha demostrado su capacidad para pasearse con éxito entre la comedia intimista (por ejemplo, ahí están los entrañables trabajos para Conduciendo a Miss Daisy, Matrimonio por conveniencia, Mejor imposible) y las superproducciones épicas (Gladiador, Pearl Harbor, La caída del Halcón Negro), teniendo como principal arma una admirable capacidad melódica que nunca pierde de vista la necesidad de que la música vaya a la par con la imagen, sin dejar en segundo plano a lo que pasa en pantalla. O sea, la clave para todo buen músico de cine que se precie de tal.

Por si quedaran dudas de la ductilidad de Zimmer, basta con tener en cuenta que en el último año cinco películas tan diferentes como El aro, Lágrimas del sol, La maldición del Perla Negra, Los tramposos y El último samurai han contado con composiciones suyas. Esta última partitura, creada para el film de Edward Zwick protagonizado por Tom Cruise que acaba de entrar en la cartelera local, lo tiene postulando a un nuevo Globo de Oro, lo que de paso le podría significar otra candidatura al Oscar. El último samurai se ambienta en Japón, siguiendo la sufrida experiencia de un héroe de la Guerra Civil norteamericana que es asignado para entrenar a los ejércitos del emperador nipón y termina uniéndose a la sublevación samurai.

Se trata de un disco indudablemente atractivo para el auditor medio, aunque más de un purista y fanático le reprochará el mismo defecto que puede atribuirse a la cinta, su apego a las convenciones y clichés asociados a las producciones ambientadas en Oriente, particularmente en base a emblemáticos trabajos como los de Sakamoto para Furyo y El último emperador o Tan Dun en El tigre y el dragón. Con mayor o menor fortuna, Zimmer ya ha demostrado en trabajos previos su rigurosidad a la hora de acercarse a la música étnica o de tiempos antiguos (África en El rey león, Asia en Lluvia negra y Más allá de Rangún, la Roma imperial en Gladiador), y esta no es la excepción: aquí recurre a instrumentos autóctonos como el koto, los tambores taiko y el shakuhachi para una serie de evocativas melodías que transitan frecuentemente del más arrebatador lirismo a vibrantes momentos épicos, tal como el film contrapone el misticismo al espíritu guerrero.

Tal vez la mayor marca de fábrica de Zimmer sea su apego por los sintetizadores, incluso en composiciones eminentemente sinfónicas. Se podría decir que en música de cine es quien mejor utiliza este recurso después de Vangelis, y en El último samurai el equilibrio entre la orquesta y el sintetizador comandado por el propio autor alcanza poderosos momentos, particularmente en el elegíaco desenlace del tema “The way of the sword”, cuyas cuerdas hasta podrían evocar al Wagner de «Lohengrin» y «Parsifal». Otros aciertos son el misterioso clima de “Spectres in the fog”, la serena belleza con que parte “Idyll’s end”, los estremecedores golpes de tambor de “Ronin”, y sobre todo el impacto de la vertiginosa melodía que acompaña el enfrentamiento final de la película en el tema “Red warrior”, que incluye un efectivo uso de las voces de los guerreros. En resumen, sin ser excesivamente original, se trata de una de las mejores creaciones recientes de Hans Zimmer.

Joel Poblete M.

Hans Zimmer, “El último samurai” (2003, Elektra)

1. A way of life, 2. Spectres in the fog, 3. Taken, 4. A hard teacher, 5. To know my enemy, 6. Idyll’s end, 7. Safe passage, 8. Ronin, 9. Red warrior, 10. The way of the sword, 11. A small measure of peace.

Duración: 59: 47

Música compuesta, arreglada y producida por Hans Zimmer.
Productores: Edward Zwick, Danny Bramson.
The Hollywood Studio Simphony, dirigida por Blake Neely.
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