A estas alturas, el nombre de la musicóloga, soprano y contralto italiana Nella Anfuso no puede ser desconocido, especialmente sabiendo todo cuanto ella ha hecho por el reecuentro de nuestro tiempo con la vocalidad italiana de los siglos de oro. Sin embargo, el compositor en cuestión, en este caso preciso, sí puede ser, para muchos, algo más ignoto: hablamos de Nicoló Porpora.
¿Quién es? Un músico nacido en Nápoles en 1686 y muerto en la misma ciudad en 1768, que dedicó gran parte de su vida a la enseñanza del canto, al punto de fundar, en 1712, una escuela de gran reputación. Muchos de los más grandes cantantes europeos de la época fueron sus alumnos (incluido Carlo Broschi, Farinelli), y entre sus discípulos en el campo exclusivamente musical contó nada menos que con Franz Joseph Haydn.
Porpora compuso 53 óperas, oratorios, cantatas, sinfonías y sonatas para violín, y Nella Anfuso ha dedicado este álbum I sólo a cantatas que datan de 1735: "Oh! Dio che non e vero", para contralto y bajo continuo; "Queste che miri o Nici", para soprano y bajo continuo, y "Dal povero mio cor", para contralto y bajo continuo.
Haciendo gala de un registro homogéneo, de ductilidad musical e interpretativa, y de un dominio absoluto de los adornos del período, la cantante reconstruye junto a la clavecinista Laura Alvini un sonido olvidado y da cuenta de cómo la virtuosidad de aquel barroco iba de la mano con el más alto poder expresivo.
No se trataba entonces de poner en escena emociones en el sentido romántico, sino de plasmar en voz las pasiones internas más profundas.
El musicólogo Annibale Gianuario, en la presentación del álbum, hace un detallado análisis de todo cuanto conviene saber acerca de los estilos de canto imperantes en el siglo XVIII y pone especial atención en un tipo de agilidad, ya en desuso hacia 1777 (según consta en un escrito de Giambattista Mancini), que Porpora incorpora en sus obras junto a muchas otras. Se trata de la agilita martellata, presente en la primera aria de la cantata "Dal povero mio cor", difícil de explicar sin escuchar, a la que le viene bien el adjetivo "martillada".
En las tres cantatas que aquí se ofrecen, Nella Anfuso nos entrega una clara demostración del arte del canto según era entendido por los teóricos y los intérpretes entre los siglos XV y XVIII. Arte cuyo objetivo era la producción de la "voz perfecta a lo largo de todo el registro (tres octavas) como también la uniformidad de los registros (de pecho y cabeza)". Atención, además, con las obras mismas, plenas de expresión dramática y en extremo refinadas, en las que las durezze (disonancias) tienen un objetivo de carácter expresivo.