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Profetas y Frenéticos

17 de Agosto de 2007 | 01:14 |
Profetas y Frenéticos

Pasaron pocos meses entre la primera ruptura (la de 1990) de Los Prisioneros y la decisión de Claudio Narea de armar una nueva banda. Cuando el disco Corazones se empinaba como la más ambiciosa apuesta de Jorge González y Miguel Tapia, el guitarrista esperaba en casa un signo sobre qué hacer con su tiempo útil ya sin los únicos socios laborales que había tenido en su vida. Profetas y Frenéticos lo ubicó en un lugar que nunca tuvo junto a Los Prisioneros. Aunque lejos del micrófono, Narea fue el líder y compositor de una banda de difícil clasificación que, sobre referentes clásicos —el rocanrol de los 50; Elvis Presley, sobre todo— trabajaba versos muchas veces religiosos. Un grupo atípico que tuvo una audiencia ídem: nadie como los punks disfrutaba tanto de sus presentaciones en vivo. Ágil, interpretada con pura actitud (aquí no importa nada el virtuosismo), de una rara elegancia; el sonido de Profetas y Frenéticos encendió —junto al de Parkinson— los años musicalmente más secos de los años 90 en Chile.

Con más problemas que cumbres, el grupo ocupó, interrumpidamente, seis años de la vida de Claudio Narea. De ese período inestable, el disco que vale es éste, su debut, recién relanzado por el sello Alerce con mejor sonido y dos temas extras (ambos de la segunda publicación de la banda, Nuevo orden). Se trata de un disco tan imaginativo y fluido, que puede perfectamente actuar a la manera de un antología: lo mejor de Profetas y Frenéticos está entre el crescendo eléctrico de “Algo huele mal... pero hay fiesta”, el pegajoso estribillo de “Profeta y frenético”, el sarcasmo de “En mi globo de color” (tómame una picture junto al oso polar / que no se diga nunca que no tuve Polaroid) y el desenfado de la proclama evangélica de “Dios existe”. Repleto de referencias a la cultura popular, el disco vende como si fueran ligeras observaciones que en realidad son muy profundas. En “5353”, Luis González y Claudio Narea dialogan sobre sus cumbres culturales para llegar a una conclusión categórica: “Amé el rock and roll, canté chu bi du wap [...], yo también fui un punkie, también fui un dark, Pero hay algo que tú debes saber, y es que nunca hubo nada realmente entretenido”. Con la herida de Los Prisioneros aún abierta, Narea era puro desencanto, y su innegable mérito fue cómo logró transformarlo en una fuerza contagiosa. En 1991 muchos no supieron si tomarse en serio o no a este grupo con un imitador de Elvis en el micrófono y un fanático de los Clash que proclamaba su amor a Dios. Han pasado más de diez años y no hay excusa que valga: ésta es música que merece un trato solemne.

Marisol García C.


Profetas y Frenéticos, “Profetas y Frenéticos” (1991/Reedición 2004, Alerce)


1.Profeta y Frenético, 2.¡Muévete, retuércete!, 3.Algo huele mal... pero hay fiesta, 4.La granja (III), 5.Dios existe, 6.Te he visto en películas, 7.(En este día aburrido) ¡Danza!, 8.Seguir por donde voy, 9.En mi globo de color, 10.Moe, Larry y Curlie, 11.Esto no es un juego, 12.5353, 13.Cuando toco mi trompeta, 14.Wipe out.

Duración: 48:47

Integrantes: Luis González (voz y pandero), Claudio Narea (guitarra y voz), Dagoberto González (bajo), Jorge Narea (teclados, samplers), Juan Pablo Rojas (batería).

Invitados: Claudio Bravo (voz), Klein (bajo).

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