The essential Emma Kirkby
E. Kirkby / Consort of Musicke, Taverner Players, Taverner Choir, London Baroque.
Obras de Ravenscroft, Monteverdi, Jones, Cavalieri, Dowland, Schütz, Purcell, Haendel, Bach.
Virgin Classics, 2001.
Hace algunos años, la voz de Emma Kirkby fue calificada de “infantil” e “inexpresiva”, términos que hoy parecen absurdos al constatar los prodigios que consiguió extraer de partituras de Monteverdi, Arne, Dowland o Haendel.
Estamos ante una de las técnicas vocales más depuradas de nuestros años y una de las artistas con mayor capacidad para hacer adornos —disminuciones, trilli, cadencias—, a veces a una velocidad imposible de igualar. El material es cristalino, la afinación perfecta y sabe comunicar como pocas el sentido de las palabras y la profundidad de los afectos.
Después de estar en Chile en 1980, junto al laudista Anthony Rooley, Emma Kirkby regresa como figura de la temporada de la Fundación Beethoven. Su programa de esta vez es muy distinto y curioso, porque se basa en obras de Amy Marcy (Cheney) Beach (1867-1944), de quien Kirkby grabó un compilado de canciones en 2002 (“Chanson d’amour”, sello Bis), junto al Romantic Chamber Group of London, conjunto que la acompañará en su recital santiaguino del próximo 30 de junio.
Beach, versátil y de espíritu romántico, es considerada “la primera gran compositora de Estados Unidos”, y sus tres canciones sobre textos de Shakespeare (Opus 44), la ubican junto a esa pléyade de músicos iniciada por Johnson, Morley y Campion, tanto más habituales en el repertorio de Emma.
Últimamente, la soprano ha viajado al océano de Mahler y en otra época cantó miniaturas de Schubert y Schumann, pero el CD que comentamos ahora es su especialidad. Se titula “The essential Emma Kirkby”, lo cual es dudoso si tomamos en cuenta que aquí no hay nada de álbumes antológicos como “Thomas Arne in Vauxhall Gardens”, “Time stands stills”, “Lamento d’Olympia” y “Shakespeare’s lutenist”. Pero se trata de una preciosa selección de partituras que a ella le gustan.
El disco es un verdadero banquete para los sentidos y un baúl de tesoros en el que resplandecen un entrañable “Lamento della ninfa”, de Claudio Monteverdi, junto al Consort of Musicke; “Can she excuse my wrongs”, de Dowland, en versión que energiza la obra; y “Dolcissimo uscignolo”, madrigal monteverdiano que es como si hubiera sido pensado para ella, hábil en los sonidos suspendidos y famosa por el vuelo aéreo de su línea. Esto último la hace inolvidable en las vertiginosas evoluciones esotéricas de “Dalle piu alte sfere”, atribuida a Emilio de Cavalieri y a Archilei. Cada cual encontrará algo para su sensibilidad, sea nostálgica o de fiesta, mística o carnal, más renacentista o más barroca.
Juan Antonio Muñoz H.