Sustantivos poderosos le ayudan a Vicentico a presentar los temas de su segundo disco solista. "La libertad", "El cielo", "La nada", "Las armas", "La verdad", son conceptos simples de evocaciones profundas, y que el antiguo cantante de Fabulosos Cadillacs elabora a la altura de las circunstancias. Sus versos son estupendas líneas de ficción, que sin demasiado esfuerzo uno puede asociar a la batalla cotidiana de la clase media sudamericana. "
¿Quién nos va a parar? / ¿Qué es lo que hay allá, afuera de esta guerra eterna??" ("Las armas"), "
¿Qué me pedís, qué me exigís / si ya no tengo nada?"" ("La nada"), "¿De quién es esta culpa / de quién esta verdad? ¿De quién es este templo en el que estoy arrodillado? ("El cielo"). Personales o no —el argentino se caracteriza por despreciar el esquema de "revelación íntima" que alimenta a cientos de cantantes menos famosos que él—, éstas son letras capaces de transmitir mundos e historias cercanas, con una elegancia de la cual no es capaz, por ejemplo, Bersuit, y que confirman a Vicentico como un autor de un sello artístico elevado, capaz de componer canciones clásicas con sorprendente facilidad (a la manera de un Manú Chao) y llevarlas más allá del guiño local. Son letras totalmente representativas del espíritu que lo marca desde su debut junto a los Cadillacs, en 1986: una combinación de alegría y dolorosa nostalgia, enraizada en la tradición musical más popular de Latinoamérica.
La pesada carga de melancolía de sus canciones y de su voz se salva por una interpretación instrumental ágil, de fuerte descanso en la percusión y las cuerdas y con muy precisos bronces introducidos por aquí y por allá. Afo Verde (ex La Zimbabwe) es uno de los productores
top de este momento, un profesional que pasa de los clichés impuestos hace unos años por el rock "alterlatino", y que comprende que existe una gran diferencia entre fusión y cuoteo de estilos. Qué irritante se ha vuelto esa moda de armar álbumes como recetas de cocina: 2 baladas + 1 rock + 1 salsa + 2 boleros. Aquí, más bien, hay una mezcla compacta y libre, muy bien ejecutada, con descanso poderoso en los estribillos, y una lista de colaboradores que incluye a Julieta Venegas y Flavio Cianciarulo (Los Fabulosos Cadillacs). Son canciones de Vicentico, a excepción de "Tiburón" (de Rubén Blades) y una hermosa cumbia de Omar Antonio Géles Suárez, titulada "Los caminos de la vida". Es la cumbia triste que no logró hacer Jorge González, una evocación cansina cercana al espíritu de "Yesterday": "
Yo pensaba que la vida era distinta / y cuando era chiquitito yo creía / que las cosas eran fácil como ayer", avanza el lamento.
Pero ni la vida es fácil ni la música latina está aquí para darle en el gusto a lo que el Primer Mundo quiere entender por pintoresco.
Los rayos es un disco hermoso y valiente, que no sería raro que siguiera sonando en quince años más. Por alguna razón incomprensible, el anterior trabajo del argentino (el estupendo
Vicentico del 2002) pasó por Chile sin mayor difusión que la que le dio un comercial de mayonesa a la canción "Algo contigo". No hay razón alguna para que
Los rayos corra la misma suerte. Éste es un disco con porte y vocación de trascendencia.
Marisol García C.
Vicentico, "Los rayos" (2004, BMG)
1.Los caminos de la vida, 2.La libertad, 3.Las armas, 4.El barco, 5.El tonto, 6.Tiburón, 7.Soy feliz, 8.El engaño, 9.La verdad, 10.El cielo, 11.La nada, 12.La señal.
Duración: 44:55
Intérpretes: Vicentico (voz), Dani Buira (batería y percusiones), Daniel Castro (bajo y contrabajo), Leandro Bulacio (teclados), Marcelo Muir (guitarras), Ervin Stutz, Alejo Von Der Pahlen y Juan Scalona (bronces).
Invitados: Julieta Venegas (coros y acordeón en "El tonto"), Flavio Cianciarulo (bajo en "Tiburón"), Florián Fernández Capello (acordeón en "Los Caminos de la Vida").
Producción: Vicentico y Afo Verde. |