Tecno violento, rebelde, machista,
in-yer-face. Prodigy significó eso desde sus inicios, y sigue enarbolando la misma excepcional bandera pese a los profundos cambios con que decidió enfrentar la grabación de este disco. A siete años de conocer la fama irreversible que les regaló el estupendo
The fat of the land, Prodigy se confirma aquí como el proyecto individual de Liam Howlett, el hombre que compuso y programó ese álbum casi entero, y que ahora ha elegido prescindir incluso de sus apoyos de entonces. No está el vocalista Keith Flint, ese cantante parecido a Krusty El Payaso que asustó hasta el trauma a quienes creían que el tecno debía ser música de fondo para un bar. Tampoco se aparece el rapero Maxim Reality, a quien recordamos recorriendo de un extremo a otro el escenario del Teatro Monumental de Santiago sin entender bien qué hacía un hombre como él en un país como éste. Y no están porque Howlett ha querido reformular el concepto de Prodigy luego de que, en el 2002, el single "Baby´s got a temper" se ganó críticas drásticas, del tipo "Prodigy es hoy una autoparodia". "A este disco lo guía la espontaneidad", aclara ahora el compositor, aunque cuando se trata de máquinas no es tan fácil distinguir qué sale del cerebro y qué del estómago. Sí escuchamos un disco enérgico, basado de modo importante en el hip-hop y en un concepto de tecno que a uno le suena a noche, pista de baile, urbe y urgencia. El glamour es regalo de varios vocalistas invitados que incluyen a su concuñado Liam Gallagher de Oasis (su hermano Noel toca el bajo por ahí), el rapero Kool Keith y la actriz Juliette Lewis, quien se hace cargo de dos temas, y marca cumbre en "Hot ride", una muy buena composición de tecno-rock que a los más enterados podría recordarles, por ejemplo, a Peaches.
Las críticas europeas a este disco han sido dispares. El diario
The Guardian lo odió, la BBC dijo que no estaba mal, y las revistas especializadas han alternado el aplauso y la burla. Tienen razón en un punto: este disco dispara su energía a focos no siempre bien posicionados —en chileno, de chincol a jote—, sin un una coherencia que al auditor le permita distinguir que se está ante una obra concebida como un álbum. Los ruidos son enérgicos, ingeniosos, sorprendentes y, a veces, hermosos; pero no tienen esa dirección que Howlett logró antes en sus singles de gloria ("Firestarter", "Mindfields"). Ha sido su opción privilegiar los
grooves por sobre las melodías, pero esa opción se justifica sólo en algunos títulos ("Hot ride", "Girls", "Get up get off"), y deja al resto convertido en una masa más interesante que valiosa. El nombre de Prodigy sigue siendo garantía, al menos, de búsqueda, pasión y rebeldía. No es éste un disco aburrido, pero sí se hace a veces predecible. Para un fanático, hay pecados mucho peores, y este trabajo no debiese decepcionarlos. Para un seguidor apenas aficionado, Liam Howlett adeuda confirmar su talento como alguien que propone, y no sólo dispone.
Marisol García C.
The Prodigy, "Always outnumbered, never outgunned" (2004, XL/Sum)
1.Spitfire, 2.Girls, 3.Memphis bells, 4.Get up get off, 5.Hot ride, 6.Wake up call, 7.Action radar, 8.Medusa’s path, 9.Phoenix, 10.You’ll be under my wheels, 11.The way it is, 12.Shoot down.
Duración: 58:13
Composición, programaciones y producción: Liam Howlett.
Invitados: The Ping Pong Bitches, Princess Superstar, Juliette Lewis, Kool Keith, Liam Gallagher, Noel Gallagher. |