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Transubhiriano

17 de Agosto de 2007 | 01:14 |
Transubhiriano

Hace ya buen tiempo que Rodrigo Cepeda dejó de responder al nombre de “Rodrigo Cepeda”. Lo suyo es el “coraje”, idea-fuerza incorporada en el soporte de la palabra “Subhira”, y que desde 1988 tomó como nombre definitivo. Desde ese gesto nace una nueva vida para un compositor que ha logrado mantener arriba el no pocas veces vilipendiado concepto de la “nueva era” musical. Es muy posible que tras la figura de Joakín Bello como impulsor de esta corriente en Chile, Subhira sea el segundo eslabón de una cadena que no sabemos hacia donde va.

Tras sus tres primeros álbumes (Cahuelmó, 1995; Cañi, 1998; y Travesía, 1999), todos en una línea instrumental acústica, Subhira abrió las ventanas, cambió su pseudónimo al de “Transhubiriano” para la convocatoria de un ensamble heterogéneo y puso la mirada en los trances de la música electrónica de pista de baile. Pero esta pista no se encuentra al interior de un club ultramoderno cuyos danzantes suelen comenzar la fiesta a horas imposibles de la madrugada. El trance musical es más acústico que electrónico, construido por músicos de carne y hueso y no por máquinas. Ideal para bailárselo todo al aire libre desde las siete de la tarde. Hay, efectivamente, una serie de fondos de carácter digital, beats, loops y muestras que prácticamente serían imposibles de reproducir a través de instrumental en vivo, pero la troncal de este Transubhiriano es eminentemente acústica: maderas, metales, cueros y cuerdas vocales. Es lo que lo diferencia de los discos de cualquier DJ de moda que se hace famoso con música prestada.

El viaje descrito por este expreso imaginario comienza con el llamado a viva voz del didgeridoo, el cada vez más conocido aerófono de los aborígenes australianos. Una primera estación bien marcada en el quinto continente. Pronto se traslada hacia las indias orientales, con aquellos magnéticos fondos sonoros de sitar y tabla devocionales, pasa por los violines de las islas británicas y termina al sur del Biobío a través de un trance de aires indígenas. Apenas tres temas musicales desarrollados largamente y exprimidos en todas sus dimensiones: 26 minutos el primero, 28 el segundo, 13 el tercero. La consigna es una sola: recargar las baterías durante toda la noche anterior si es que se quiere enfrentar el desafío del Transubhiriano de “bailar hasta desaparecer”.

Íñigo Díaz

Transubhiriano “Transubhiriano” (2003, Mundovivo)


1. Primera estación / First station, 2. Viaje tántrico / Tantric trip, 3. Maputrance.

Duración: 67:00

Personal: Subhira (didgeridoo, dgembe, shekeres, chiquis, dumbek, darbak, trutruka, , pifilka, trompe, teclados, melódica, secuencias, loops, efectos, samplers)

Músicos invitados: Rodrigo Aros (sitar), Juan Grunemeyer (tabla), Joe Vasconcellos (congas, zurdo, berimbao, chaxixis, repique, bandir), Francisca Sánchez (penny whistle), Cristián Crisosto (saxo soprano, saxo tenor, saxo barítono), Juan Caballero (bajo), Felipe Candia (batería), Arlette Jequier (voz), Sol Aravena (voz), Leonel Lienlaf (voz), Darpan (voz), Prahba (sampler).

Producción: Subhira.
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