Tanto tiempo cubre ya la biografía de U2, que incluso sus discos pueden analizarse de acuerdo a una lógica histórica autónoma, ajena a lo que ha sucedido con el rock mundial alrededor suyo en las últimas tres décadas. El undécimo disco en los 28 años de vida de la más famosa banda salida nunca de Irlanda carga, por eso, con un inequívoco espíritu de
revival del sonido de sus primeros álbumes, cuando el rock era para ellos causa y no plataforma; garra y no glamour.
Sería de una ingenuidad infinita que Bono y Cía. pensaran que a estas alturas pueden convencernos de que ellos vuelven con completa naturalidad a los tiempos de
October (1981) o
War (1983), trabajos concebidos sin proyección alguna de la fama planetaria que algún día alcanzarían. Pero es innegable que es ese tipo de sonido el que uno más recuerda al escuchar
How to dismantle an atomic bomb (Cómo desmantelar una bomba atómica), el primer álbum suyo desde
Rattle and hum que no se sostiene en teclados ni programaciones, y en el que el cuarteto ha priorizado la mezcla de crudeza y sustancia que los hizo famosos en los años ochenta.
Ya ese puro giro es atractivo de escuchar. The Edge es un guitarrista demasiado talentoso como para esconderlo entre
beats, y la batería de Larry Mullen Jr. siempre ha sido la de un rockero educado por la matriz estadounidense de raíz rural, y que aquí brilla sin aspavientos. No vale la pena perder esa honesta esencia por dictámenes de mercado o moda, y —pese a que nadie puede negar la belleza de discos como
Achtung baby! y
Zooropa— U2 se sostiene ahora en aquello que mejor hace, y que podría mantenerlos unidos incluso si no hubiese productores ni tecnología disponibles. El álbum avanza, así, guiado por la fuerza eléctrica de la guitarra y la voz sentida de Bono, quien vuelve a ocuparse del espíritu y la responsabilidad colectiva en canciones que son muchas cosas, pero nunca frívolas. Es la fuerza épica que nos cautivó hace al menos quince años, y que U2 sigue siendo capaz de generar, aun cuando las melodías no siempre los acompañen, y el álbum se debata entre grandes canciones ("City of blinding lights", "Sometimes you can´t make it on your own", "Original of the species") y devaneos sin brillo. No es casual que el productor principal del álbum sea Steve Lillywhite, el mismo de sus primeros años, un inglés más conocedor de la matriz pop que de la pista de baile. U2 ha logrado lo que buscaba, y en esa claridad para exponer su identidad de banda se encuentra parte importante de la clave para su merecido prestigio. No hay manera de que su nuevo disco decepcione a sus fanáticos, pero es factible intuir que los que resultarán más entusiasmados serán los propios integrantes del grupo. En
How to dismantle an atomic bomb U2 recupera la fuerza perdida por su no siempre conducente deseo de parecer "al día" (la peor jugada de un disco como
Pop) y su, a veces, sobreintelectualización de lo que debe y puede llegar a hacer una simple banda de rock.
"
Hay cosas en las que nunca debieses llegar a ser demasiado bueno / como sonreír, llorar y ser una celebridad" canta Bono en el penúltimo tema del disco. Habla con conocimiento de causa, pero quizás también con algo de hastío. Del escenario a la Casa Blanca, y de ahí a África y el Vaticano, Bono se ocupó demasiado tiempo en intentar ser un famoso que no diera vergüenza ajena. Hoy, cuando ya ha descubierto que ni sus mayores esfuerzos pueden salvar el mundo, su disposición más suelta ha hecho que su música vuelva a ganar en espontaneidad.
Marisol García C.
U2, "How to dismantle an atomic bomb" (2004, Island/Universal)
1.Vertigo, 2.Miracle drug, 3.Sometimes you can´t make it on your own, 3.Love and peace or else, 5.City of blinding lights, 6.All because of you, 7.A man and a woman, 8.Crumbs from your table, 9.One step closer, 10.Original of the species, 11.Yaweh.
Duración: 49:10
Integrantes: Bono (voz), The Edge (guitarra), Adam Clayton (bajo), Larry Mullen Jr. (batería y percusión).
Producción: Steve Lillywhite.
Producción adicional: Chris Thomas, Jacknife Lee, Nellee Hooper, Flood, Daniel Lanois, Brian Eno y Carl Glanville. |