Hay un ámbito musical donde el bajo eléctrico no sólo dejó de tener cuatro cuerdas, sino que además cambió su esencia. Una categoría que definitivamente sacó a este instrumento de acompañamiento de la sección rítmica a la que pertenecía para instalarlo adelante en el escenario. Adquirió de pronto la misma importancia del primer violín al interior de un cuarteto de cuerdas.
En gastronomía, la cocina de fusión tiene permiso para todo. Para la música de fusión corren las mismas atribuciones. El bajo eléctrico se transformó en un arma predilecta entre los músicos que la cultivan. Desde nuestros más antiguos exponentes. Primero, la piedra angular, Ernesto Holman (ex Congreso y Nexus). Luego, tres solistas con nombre: Jorge Campos (Congreso, ex Fulano), Pablo Lecaros (La Marraqueta, ex Cometa) y Marcelo Aedo (ex Trifusión y Alsur). Podríamos apostar a que todos ellos alguna vez quedaron pálidos al escuchar los paseos "trompetísticos" de Jaco Pastorius sobre las cuatro cuerdas amplificadas en discos como
Black market (1976) o
Heavy weather (1977), del grupo Weather Report. Sería muy difícil equivocarse en esta apreciación, porque es un hecho que Pastorius marcó el camino para varias generaciones. Desde John Patitucci, Mark Egan, Jimmy Haslip, Victor Bailey y nuestros bajistas nacionales, hasta llegar al popularísimo solista Christian Gálvez.
En la línea cronológica, antes que Gálvez y después de todos esos "próceres", se ubica un músico salido de la escena de la Quinta Región, cuyo nombre está en prácticamente todos los anuncios del jazz en el enclave Valparaíso-Viña del Mar con años de trabajo silencioso (por lo menos para quienes creen que en Santiago ocurre todo). Es Luis Cheul, avezado solista de las (¿cuatro? ¿seis? ¿ocho?) cuerdas. Como todos los solistas nacionales mencionados antes, Cheul aún conserva su cabellera crecida y también blande un bajo preparado para estos requerimientos. Es una música de fusión de plasticidad, que pide rock, funk y jazz en dosis iguales. El y sus sidemen le dan todo ello (interesante guitarrista es Eduardo Valle, y muy conectado con el líder del "power trío" es el baterista Daniel, quien lleva su mismo apellido).
Luis Cheul Trío es un disco que anuncia su estética desde la portada misma, con conceptos explicitados por escrito: fusión funk, jazz, rock.
Es lo que escuchamos de entrada: "Lunera" despliega groove conjunto y bases que llevan la contundencia del rock. Hay, además, segmentos reservados a la improvisación jazzística. Otras piezas como "Mochuris" (con cajón peruano y guitarra acústica) o "Ta" demuestran que el concepto
crossover puede aún ser más preciso que el de
fusión. Se vuelven tal vez estudios de música latinoamericanizada o mutaciones hacia el
smooth jazz.
El resto sigue en las líneas duras, con sonido de bajo seco y profundo, percutido probablemente con el pulgar sin hacer del
slap un recurso demasiado pirotécnico y más polvoriento de lo que ya está. Cheul puede hacer que su instrumento sea por momentos una guitarra ("Obertura"), alternando acordes y largas líneas imposibles de memorizar a simple escucha. Es lo que hace de un bajista de fusión una figura tan distinta a uno de rock.
Íñigo Díaz
Luis Cheul, "Luis Cheul Trío" (2004, Independiente)
1. Lunera, 2. Las hordas, 3. Y más..., 4. Mochuris, 5. Dinamitamos, 6. Ta (Daniel Cheul), 7. Obertura, 8. Dorado, 9. Prueba el tumbo, 10. Duerme angelito.
Personal: Luis Cheul (bajo eléctrico y programaciones), Daniel Cheul (batería, cajón peruano y percusiones) y Eduardo Valle (guitarras eléctrica y acústica).
Músico invitado: Ricardo Vivanco (percusión).
Producción: Tañer Production, Makro Publicidad, José Luis Urcullu y Luis Cheul. |