No me consta, pero el mito urbano dice así: cuando Chris Martin, el líder de Coldplay, estuvo en Chile, llevaba enganchada en la chaqueta una chapita de Arcade Fire, la banda canadiense que hace rato impacta, seduce, conmueve a medio mundo. Cosa que incluye a los siempre severos críticos del New Musical Express y a viejos zorros como Bono y el mismísimo David Bowie. La cosa es que, en la pasada, un periodista preguntó a Martin qué onda con los lúdicos chicos de Montreal. Y entonces Chris respondió, con tanta ironía como convicción, que venía a Chile a promocionar "el nuevo disco de Arcade Fire". O algo así. Pero da lo mismo. La anécdota vale para graficar el tan extraño como inusual sitial que, en poco tiempo, ha logrado esta potente banda, lejos la más cult y ondera del mal llamado indie-rock.
Ellos son siete y se han nucleado en torno a Win y Régine, un matrimonio de amantes de la música medieval. Por lo mismo, al tradicional juego de bajo, guitarra y batería, pronto sumaron mandolinas y violas, amén de un rarísimo instrumento que, en estas latitudes, con suerte debe conocer Gastón Soublette: me refiero al hurdy gurdy, una reliquia de los tiempos del Rey Arturo que los Arcade Fire utilizan para crear envolventes melodías como "No cars go"; canciones que, apenas las escuchas, te dan ganas de seguirlas, hipnóticamente, como si fueran hechas por el flautista de Hamelin.
Yo no lo sabía, pero Ignacio, un amigo, me lo acaba de contar: Arcade, en inglés, es el nombre con que se conoce a un lugar en el que se concentran flippers y videojuegos. Algo así como los Entretenimientos Diana, cosa que da sentido al nombre del grupo: los Juegos Diana en Llamas. Sintética denominación (personalísima traducción) que reduce a una sola (y apocalíptica) imagen todo el mensaje de quienes se acaban de dar el lujo de grabar en una iglesia buena parte de "Neon bible", su última producción.
Régine y Win han dado vida a una música que sostiene un particular universo en el que las principales preocupaciones son el consumismo (era que no), la estupidez de la TV, las guerras santas y lo doloroso que puede resultar no estar nunca a la moda. No por nada el disco se llama igual que un libro de John Kennedy Toole, el nihilista escritor de Nueva Orleans (se suicidó en 1969) que siempre pensó que había que volver al medievo. Pero volvamos a lo nuestro: alguna vez MTV2 premió a
Funeral (2004), el primer disco del grupo, como el mejor del año. Y en 2005 tuvieron disco de oro no sólo en Canadá, sino también en Inglaterra. De ahí para adelante todo llegó a sus bolsillos: fueron portada de "Time", David Lettermann exigió entrevistarlos, "Spin" dijo que eran la mejor banda para escuchar en vivo y, ahora más que nunca, los grandes monstruos de la música se los pelean para que teloneen sus conciertos.
¿Por qué tanto revuelo? Bueno, es justo ahí cuando el público se divide. A un lado están quienes consideran que son sólo un fenómeno que va a pasar. Otros que son, sencillamente, la última revolución del rock. ¿En qué lado estar? Una pregunta difícil de responder si antes no escuchas
Neon bible. ¿Mi opinión? Una experiencia religiosa, un viaje al fin del universo a través de un camino repleto de mugre y destrucción. El primer homenaje pop a esa facilidad que todos tenemos para aceptar las mentiras, percibiendo sólo aquello que nos conviene, la última cena a la cual sólo podemos asistir con armadura. John Kennedy Toole, seguro, los debe estar escuchando allá en el infierno.
Sergio Paz
Arcade Fire "Neon bible" (2007, Merge).
1. Black mirror. 2. Keep the car running. 3. Neon bible. 4. Intervention. 5. Black wave / Bad vibrations. 6. Ocean of noise. 7. The well and the lighthouse. 8. (Antichrist television blues). 9. Windowsill. 10. No cars go. 11. My body is a cage.
Músicos: Win Butler, Régine Chassagne, Tim Kingsbury, Will Butler, Jeremy Gara, Sarah Neufeld.
Producción: Arcade Fire.
www.arcadefire.com |