Hace 51 años apareció la primera compilación de éxitos de Elvis (Rock’n’roll N.2, 1956), y desde entonces el apartado de antologías y selecciones en la discografía del hijo ilustre de Memphis amenaza con romper la balanza de su legado: su platillo es un yunque al lado de la pluma de ediciones que el cantante aprobó en vida. Sólo este año, el sitio All Music Guide da cuenta de no menos de treinta publicaciones "nuevas", bajo conceptos diversos (Elvis en Las Vegas, Elvis en Japón, Elvis en las películas, Elvis enamorado) que tironean las excusas para disimular lo poco elegante que es lucrar con el nombre de un muerto.
De todas esas ediciones recientes, ésta de BMG es la que ha tenido más difusión y es la que podría considerarse oficial dentro del paquete de lanzamientos que viene apoyando la conmemoración de los treinta años de la muerte del hombre que cambió el mundo a golpe de tiritones. Hablar de "lo esencial de Elvis" es un modo simple de referirse a una categoría excepcional, pues nos referimos a un artista que, en sí mismo, resulta imprescindible. Lo esencial de "el esencial" termina siendo el tipo de disco que debiese estar en cada hogar de cada ciudad, de cada país, de cada continente; por mucho que en el repertorio final pueda sobrar o faltar algo, o que estas grabaciones sean bien conocidas ya por los fanáticas o incluso simples aficionados.
El recorrido es predecible: partida con el primer single grabado para Sun Records ("That's alright", 1954) y avance cronológico a través de una pulida pista de éxitos hasta llegar a tomas en vivo de conciertos en los que Elvis ya no era un cantante sino una suerte de aparición celestial (el último tema, "Moody blue", se grabó meses antes de su muerte, en 1977). En total, cuarenta títulos, de los cuales diecisiete fueron número uno en Estados Unidos. Quien firma estas líneas siente especial predilección por las grabaciones de 1969, en torno al álbum From Elvis in Memphis ("In the ghetto", "Suspicious minds", "Kentucky rain"), pero a quién puede importarle nuestro gusto personal. Como todo símbolo cultural, Elvis tiene cuantos matices quieran encontrar en él sus fanáticos y enemigos, y con una colección como ésta se sentirá también satisfecho quien busca al joven ansioso por acelerar la irrupción del rock'n'roll, el galán preocupado por si estás sola esta noche, el crooner merecedor de la mejor orquesta de Las Vegas o el comerciante que al fin trata a la música negra como el producto de lujo que siempre ha sido. Por burdas que sean, pocas antologías pueden contener tal cantidad de facetas. Tratándose de Elvis Presley, lo esencial es recordar que bajo el mito latió siempre el corazón de un músico maravilloso.