Josefa y Diego, encarnados por Paola Giannini y Carlos Concha. El trágico destino de su familia marcó el futuro del ex ministro, en la versión de Rodrigo Sepúlveda.
El Mercurio
SANTIAGO.- "Diego Portales es un hombre contradictorio", decía el director Rodrigo Sepúlveda al hablar de la forma en que abordó al personaje del ex ministro, en la cinta que esta noche exhibió la serie "Héroes" de Canal 13 ("Portales: La fuerza de los hechos").
Y así fue. El realizador optó por presentar a un hombre ambivalente y dicotomizado, característica que tiene su punto máximo en el amplio debate que su figura ha generado en nuestra historiografía, decenas de años después de su muerte. Para algunos, el ex ministro debe ser reconocido como el gran organizador de la República; para otros, como un tirano de puño firme y sangre fría.
Y aunque Sepúlveda recoge en parte la discusión, no era ésa su guía confesa. Con las contradicciones portalianas se refería el realizador, en concreto, a la ambivalencia que percibía entre las esferas pública y privada del ex ministro. La primera marcada por un discurso rígido y unívoco, intolerante a otras posturas, que acepta la muerte como medida posible, con una obsesión por la rectitud personal y el orden social, además de una aguda frialdad a la hora de tomar decisiones. Rasgos, a fin de cuentas, tiránicos.
En su vida privada, en cambio, el Portales de Sepúlveda podía perfectamente saltarse los parámetros de rectitud de su discurso, para mostrar ciertas fisuras morales, plasmadas principalmente en su relación con Constanza de Nordenflycht.
Todo eso, por supuesto, se vio. Sin embargo, el director logró contar la historia del ex ministro sobre la base de otras dicotomías. De este modo, se vio a ese hombre frío e imperturbable en el ejercicio de su cargo, pero también a uno que no puede huir del sufrimiento en su esfera íntima, marcada por las muertes de sus dos hijas y de su esposa, antes de cumplir 30 años.
Visto así, el Portales de Sepúlveda no es odiable, y la opción del tirano versus el ordenador de la República pierde fuerza. No porque el director opte por la primera, sino porque transforma a esa tiranía en algo casi comprensible.
El Portales de Sepúlveda no es un simple tirano. Es una víctima de su propio destino, un ser recubierto por las corazas que ha puesto sobre sí para soportar las miserias de su vida, y protegerse de las nuevas que puedan venir. Alguien renuente a un compromiso que castiga. Un hombre que desafía a quien escribe los destinos de la humanidad para arrebatarle esa pluma, y utilizarla con su propia mano. Un megalómano de grandilocuentes intenciones, porque las más pequeñas y cercanas fracasan. Y duelen.
En definitiva, un personaje con la complejidad que no ofreció ninguno de sus colegas héroes predecesores, algo atrapados en el efectismo de la gesta armada, de groseras traiciones o del heroismo en su aproximación más básica.
Nada de eso ofrecía el personaje que correspondió abordar a Rodrigo Sepúlveda, lo que posibilitó que el director apostara por un desarrollo dramático mucho más espeso. Una apuesta que se tradujo en la más contundente entrega de la serie "Héroes" hasta ahora.