La soprano Myriam Singer participó en la compleja obra para voces solistas, cuerdas y percusión melódica de Dmitri Shostakovich.
El MercurioEn una estimulante noticia musical se convirtió la Temporada de Cámara 2007 del “Instituto de Música de la Universidad Católica” (IMUC). Una buena noticia, porque a lo largo de estos conciertos fue posible conocer a un número importante de noveles músicos que junto a otros consagrados dieron vida a un interesante y variado ciclo de gran calidad.
La enorme cantidad de público asistente pide con urgencia que las autoridades de la UC consideren la construcción de una sala que reúna las condiciones mínimas para la realización de temporadas, que como esta atraen a gran cantidad de melómanos.
Uno: Sergei Prokofiev
En un atestadísimo Salón de Honor, escuchamos en primer lugar el singular “Quinteto Op. 39” de Sergei Prokofiev, en una estupenda versión de Rodrigo Herrera en oboe junto a Dante Burotto en clarinete, Rubén Sierra en violín, Penélope Knuth en viola y Carlos Arenas en contrabajo.
Esta inusual agrupación, cosechó grandes alabanzas y aplausos, pues dentro de lo heterogéneo de los instrumentos, en todo momento lograron notables niveles en los balances, con fraseos y diálogos de tal claridad que parecían los de un grupo estable en este tipo de música.
La obra, que en rigor es una verdadera “suite” de movimientos contrastantes, es de gran exigencia. No sólo en los desafíos instrumentales, sino también en cuanto a interpretación, por los diferentes estados y caracteres que muestra, siendo muy demostrativa del lenguaje de su autor, aunque a ratos pueda recordar algunas de las obras neoclásicas de Stravinsky.
A lo largo del quinteto, cada uno de los intérpretes tiene partes de bastante virtuosismo, las que fueron resueltas en forma óptima.
Dos: Dmitri Shostakovich
En la parte final se escuchó la “Sinfonía N° 14” para solistas, cuerdas y percusión de Dmitri Shostakovich. Sus intérpretes fueron la soprano Myriam Singer, el barítono Patricio Sabaté, la Orquesta de Cámara UC (con Álvaro Parra como concertino), más algunos invitados: Verónica Sierralta en celesta, y los percusionistas Carlos Vera Pinto y Carlos Vera Larrucea, todos bajo la dirección general de Nicolas Raus.
En primer lugar debemos destacar la extraordinaria labor de Nicolas Raus, pues logró resultados del mejor nivel de cada uno de los participantes. La orquesta no parecía, como en realidad es, una orquesta de estudiantes. Sorprendió con su profesionalismo y musicalidad, siempre atenta a los más mínimos gestos de la dirección.
La sombría obra que toca el tema de la muerte temprana o injusta, a través de poemas de García Lorca, Apollinaire, Kuchelbecker y Rilke, no exige que los cantantes sean sólo buenos cantantes. Estos deben transmitir además el ambiente generalmente desolado de sus textos.
El autor les pone no sólo un exigente canto que abarca una enorme tesitura. También a ratos deben cantar como en “recitativos”, o casi parlato y transitar por todo el arco dinámico en un discurso que tiene que ser de la mayor expresividad.
Myriam Singer y Patricio Sabaté respondieron con creces a las exigencias, en una interpretación que puede ser considerada de soberbia. Segurísimos en sus solos, afiatados en sus dúos, pasando por las más diversas gamas de los sentimientos humanos, angustia, rebeldía, ironía y la desolación, entre otros, tal como el autor pide, a lo largo de las once partes de la sinfonía.
Nicolas Raus estuvo compenetrado totalmente con la obra. A través de sus gestos expresivos, marcó intenciones, acentos, respiraciones y fraseos, consiguiendo que el público quedara prácticamente suspendido por la emoción en este entramado dramático, donde solistas, cuerdas y la precisa y efectiva percusión, crearon una atmósfera que difícilmente será olvidada por quienes la presenciaron. Un broche de oro, para esta temporada de cámara del IMUC.