Este miércoles 5 y jueves 6 de septiembre (20:00 horas) Los Huasos de Algarrobal cierran las celebraciones de las cuatro décadas de existencia musical con conciertos en la Universidad de Los Andes (San Carlos de Apoquindo 2200) y el Teatro del Parque (Subsuelo del Boulevard del Parque Arauco). El grupo presentará junto al Ensamble de cuerdas Prometeus (dirigido por el violista Luis José Recart) las nuevas grabaciones de clásicos de la raíz folclórica chilena contenida en el disco 40 años de canto Algarrobal.
Es una historia de larga data. En la línea cronológica de los grupos de históricos huasos urbanos, los de Algarrobal son como los nietos mayores: Sobre ellos recae una gran responsabilidad porque la familia espera que se hagan cargo de la continuidad del apellido y de la vigencia del linaje. Vienen después de Los Cuatro Huasos (1926) y de Los Huasos Quincheros (1937), hitos en la configuración de este tipo de agrupaciones en Chile y que en este árbol genealógico serían los abuelos y los padres.
Eugenio Rengifo es uno de los nietos “algarrobales”. Es periodista, escribió la biografía de Raúl de Ramón y del grupo folclórico Los de Ramón junto a su hija historiadora Catalina Rengifo. Desde 1969 integra Los Huasos de Algarrobal, lo dirige musicalmente, y compone gran parte del repertorio del cuarteto.
“Cuando apareció el conjunto alrededor de 1963, los muchachos que lo formaron en el Colegio de los Padres Franceses de Alameda tenían muy claro el modelo de Los Cuatro Huasos como experiencia inaugural. Y luego el de los Quincheros, que les llegó directamente porque estaban en una época muy activa. Representaban toda la tradición del canto a cuatro voces y guitarras. Pero además había otro grupo muy importante para Los Huasos de Algarrobal”.
-¿Cuál?
-Los Perales. Eran un cuarteto de jóvenes seminaristas que cantaban y tocaban guitarra en la misma línea de los conjuntos de huasos, pero que escribían canciones de carácter religioso. Hace poco editaron un disco. Ahí estaban Andrés Opazo en la música y Esteban Gumucio en las letras. Hicieron canciones que ahora le pertenecen a todo el mundo, como “El peregrino de Emaús”.
-¿Y qué tienen que ver Los Huasos de Algarrobal con esas canciones no folclóricas?
-“El peregrino de Emaús” fue la primera canción que grabaron. Cuando el grupo original —con Rodrigo Serrano, Patricio Vives y los hermanos Gustavo y Gerardo Monckeberg— eran escolares, ni siquiera tenían un nombre. Sólo tocaban y cantaban en el colegio. En el verano de 1966 participaron en el Festival de las Playas, que se hizo en Cartagena. Y como estaban veraneando en Algarrobo, se bautizaron así. No le pusieron Los Huasos de Algarrobo, sino de Algarrobal.
-Suena más “folclórico”…
-Absolutamente.
-¿Y qué tal le fue en el festival?
-Lo ganaron. Por eso nosotros apuntamos el año 66 como el año cero. Después de eso René Largo Farías, que organizaba el Festival de las Playas, se dio cuenta de que el grupo tenía mucha proyección y talento. Y como era un gestor cultural importante los incluyó en un disco compilado de artistas de Emi Odeón, y los invitó a tocar mucho en Radio Minería.
-Esa fue la primera época, la más romántica. ¿Cuándo se articula el cuarteto definitivo?
-Al poco tiempo, en 1968, entró al grupo Cristián Donoso y al año siguiente entré yo. Todos llegábamos como por contacto de un primo o un amigo. Rafael Rodríguez, que es nuestro solista, estuvo primero en Los Huasos Colchagüinos, otro grupo del Colegio de Los Padres Franceses de comienzos de los 60 y después se integró a nosotros en 1975. Y Enrique Barros, que estuvo en una primera época entre 1971 y 1973, desde 1987 cuando reemplazó a Gonzalo Jiménez, es parte del cuarteto. Ése es el grupo actual. Si tú calculas, son 20 años juntos sin cambio de integrantes. Es la mitad de la historia.
-¿Sufrieron durante la UP por no apoyar la causa?
-En 1970 había gran interés por difundir “lo chileno”. Y nosotros nunca fuimos marginados por no ser parte de la Nueva Canción Chilena. Ni siquiera éramos parte del Neofolklore. En esos años tuvimos muchísimas apariciones en televisión y en radios y editamos tres long-plays que fueron claves en nuestra historia: Al calor de la amistad (1969), Poeta campanero (1970) y Poncho de olvido (1971). Sí reconozco que había ciertas clasificiaciones. Unos grupos aquí y otros allá. Los de allá eran Los Huasos Quincheros, Los de Ramón o Los Huasos de Algarrobal.
-Existe la “canción quinchera”. ¿Hay una “canción algarrobal”?
-Hay un “estilo algarrobal”. Y creo que se consolidó en 1977 cuando el grupo participó de un programa televisivo muy importante que se llamaba “La canción de todos los tiempos”, donde los mejores intérpretes del momento presentaban canciones del repertorio clásico de la raíz folclórica. Pollo Fuentes hizo “Cura de mi pueblo”, Gloria Simonetti cantó “Gracias a la vida” y Los Huasos Quincheros hicieron “Chile lindo”. Nosotros cantamos tres grandes canciones: “Yo vendo unos ojos negros” (tradicional), “Mi caballo blanco” (Francisco Flores del Campo) y “Casamiento de negros” (Violeta Parra).
-¿Y cómo es el “estilo algarrobal”?
-Hay contracantos, cambios sorpresivos de tonalidades, trabajo armónico distinto, cambio de estructura de las canciones, donde nosotros podemos partir por la parte B y repetir la A varias veces o alterar los órdenes. Es una canción de tradición pero totalmente dinámica.
-¿Cuál fue el mejor momento de los 40 años?
-Hay un período entre 1977 y 1987, donde Los Huasos de Algarrobal tuvieron un gran apogeo: discos, canciones, giras y éxito. En 1983 Ganamos un festival mundial de folclor en Sudáfrica y luego hicimos el primer concierto de la historia en la Antártida.
-¿Al aire libre?
-Al aire libre. Sin público, sólo para las cámaras de televisión y con las manos congeladas a menos 20 grados. O menos. Fue transmitido en el programa “Amigos, siempre amigos”. Y en 1987 hicimos el himno de la venida del Papa, “Mensajero de la vida”. Eso fue uno de los momentos más importante de Los Huasos de Algarrobal. El otro fue en 1993, cuando hicimos el himno de la canonización de Teresita de Los Andes, “Teresita de Los Andes, carmelita del consuelo”, y lo cantamos en la Basílica de San Pedro con el Papa tomado de nuestras manos.
-¿Y hay algún mal momento en todo este tiempo?
-En 1972 se retiró el líder histórico, Rodrigo Serrano. Estaba decidido a hacer un viaje. Y se suponía que el grupo no iba a seguir sin él. Pero seguimos, con un reemplazante, Ignacio Errázuriz. Cuando Serrano llegó vio que el grupo se había mantenido y fundó otros Algarrobal. Tuvimos que ir a los tribunales.
-Cómo Quilapayún e Inti-Illimani.
-(Risas) Claro.
-Después de 40 años y la mitad de ellos con la misma formación, ¿cómo ven la continuidad del proyecto?
-Una vez invitamos a un músico joven llamado Cristián O’Ryan. Él estaba muy entusiasmado, pero como tenía categoría de “reemplazante”, optó legítimamente por ser titular en otro grupo folclórico. Ha sido nuestro único intento de renovar a Los Huasos de Algarrobal. Sé de grupos de jazz clásicos como la Retaguardia Jazz Band que tienen músicos nuevos para seguir adelante con su música. No es el caso de nosotros. Los Huasos de Algarrobal existirán hasta cuando tengan que existir no más