EMOLTV

Carlos Franz: "Me asombra ver a Chile tan enamorado de sí mismo"

Hoy llega a las librerías "Almuerzo de Vampiros", el último libro del escritor chileno. Una novela sobre la compulsión por el presente y la juventud, los estados de madurez y el más ordinario de los humores.

05 de Septiembre de 2007 | 10:28 | Sebastián Cerda, El Mercurio Online

SANTIAGO.- "Por último, poniéndose de espaldas a mí, me indica, golpeándose con los dedos de la mano izquierda sobre el hombro derecho, que le mire algo que supuestamente tiene allí. Aparte de unas repugnantes costras de caspa amarilenta, no veo nada. Hasta que veo estrellas. Porque, aprovechando que he tenido que acercarme para examinarlo mejor, con la mano derecha —que colgaba a la altura precisa— usted me propina una palmadita en las bolas. Es una broma infame, que recuerdo del colegio...".


Así es el singular encuentro entre el Narrador y el Maestrito, un viejo profesor que aparece misteriosamente igual años más tarde, pero ahora con su recordada cultura y refinado humor desplazados por la más absoluta ordinariez. Ese tránsito es uno de los nudos en los que se centra "Almuerzo de Vampiros", la recién lanzada novela de Carlos Franz que hoy llega a las librerías nacionales ($10.900).


En ella, y en un humor que pasa de lo negro a lo grotesco, el autor de "El lugar donde estuvo el Paraíso" —que actualmente se desempeña como agregado cultural en España— da una mirada a la sociedad contemporánea y sus síntomas de eterno adolescente. "La metáfora de los vampiros es amplia, y tiene que ver sobre todo con el presente, con cómo percibo no sólo a la sociedad chilena, sino mundial. Es un momento en que hay una sociedad muy narcicista, muy escapista, que no quiere pensar en la muerte, que cultiva la belleza del cuerpo, y en eso se parece mucho a los vampiros, que venden el alma para ganar la inmortalidad material", dice.


-¿Cómo son las miradas al pasado en su libro?
-La novela tiene dos plazos. Uno es una mirada satírica sobre el presente visto desde Chile, como una prosperidad un poquito ciega. Y tiene un contraplano en el pasado, que ocurre en plena dictadura. La comparación entre los dos planos tiene que ver con el humor. En esa dictadura el humor era negro y ahora tenemos uno grotesco. Hay una especie de péndulo que se ha movido de lo oscuro a lo ridículo.


-En la mirada al Chile contemporáneo que da en la novela, ¿cómo influyó el que usted resida afuera en estos momentos?
-Se ve más en panorama todo. Se ven los puntos de contacto y las diferencias de Chile con el mundo. Yo diría que es un país que se ha globalizado antes de haberse modernizado. Todavía hay cosas que pertenecen a una cultura pretérita, antigua, o a una falta de cultura. Por ejemplo, el humor grotesco al que hemos retornado, que era una vieja tradición chilena. Allí hay involución. Globalizarse no es lo mismo que sofisticarse.


-¿Qué motivaciones tuvo para entrar en temas como los estados de madurez?
-Hay motivos personales. Me acerco a los 50 años y a esa edad uno hace balances. Y hay motivos más generales. Me asombra ver a Chile tan enamorado de sí mismo, tan poco crítico. Porque incluso los autoflagelantes hacen una crítica muy superficial. Ésas eran motivaciones para escribir algo de corte satírico, porque ésta es una novela satírica, humorística, aunque es un humor bastante grueso y grosero.


-¿Cómo se expresa el rol que ese humor tiene en la novela?
-El Narrador fue alumno en el colegio de un gran profesor, humanista, que usaba palabras muy hermosas, que le enseñó el amor por la literatura, la lectura, el lenguaje. Y él se encuentra algunos años después con un personaje que es físicamente idéntico, pero que espiritualmente es el reverso de aquel profesor. Es alguien en quien el lenguaje se ha corrompido hasta la médula, hecho de puras groserías, de un sentido del humor fecal. Entonces hay una reflexión sobre cómo ese cambio de humor se expresa en el lenguaje. Por eso es también una novela sobre el lenguaje, hay un juego con el dialecto chileno y los diversos sentidos de las palabras que usamos.


-Y si pasamos de un humor burdo a uno negro, para luego volver a lo más vulgar, ¿cómo cree que podría seguir esta línea de tiempo del humor?
-Hay algo curioso, pero creo que este retorno al humor grosero, en el cual Chile fue experto, lo ha colocado en plena globalización, porque ése es el humor dominante hoy. Basta ver la televisión abierta en España. Pero ésa es una vieja tradición nuestra y puede ser una de las razones, que nadie sospecha, por las cuales a Chile le ha sido relativamente fácil adaptarse a la globalización.


-¿Cree que podríamos seguir profundizando en eso?
-A mí no me gustaría, es evidente que mi corazón está más del lado de la belleza del lenguaje y no de su miseria. Pero da lo mismo lo que yo quiera, la sociedad irá para donde tenga que ir. Estamos en una etapa de riqueza material muy acentuada, una etapa vampiresca en la que nos importa lo físico y corporal de la prosperidad y de nuestras vidas. Pero vamos a tender a sofisticarnos más, a volver a un equilibrio más espiritual. Al menos eso espero.

Carlos Franz lleva tres años viviendo en España y la mitad de ese tiempo se ha desempeñado como agregado cultural. Un puesto por el que antes han pasado otros como el actor Julio Jung, quien lo dejó alegando falta de fondos, así como de interés y atención por parte del Estado. "Yo sabía de esto antes de asumirlo, no sólo por la experiencia de Jung, sino de varios otros. Y si lo asumí es porque me gustan los desafíos. Yo he hecho gestión cultural antes y sé que la primera parte es conseguir los recursos (...). Uno se puede quedar lamentándose o  ponerse manos a la obra y conseguirse las platitas para hacer las cosas, que es lo que he estado haciendo", dice.

Como logros principales de su gestión, Franz destaca el haber conseguido para Chile la sede del próximo Congreso Internacional de la Lengua ESpañola (2010), el ciclo de conferencias "Chile Piensa" y la realización de la cátedra "Chile" en la Universidad de Salamanca.

Desde allá, además, ha tenido una visión privilegiada en torno a las visiones sobre nuestro país. "Están hechas de confusiones entre lo exacto y lo exagerado. Por un lado se piensa que es el país más conservador de América Latina, cosa que a mi modo de ver es completamente ridícula a estas alturas. Pero allá ese cliché circula y es apoyado a veces por las visiones de los propios chilenos, interesados en mostrar un país más anticuado de lo que es, porque a nosotros mismos nos ha costado tragar esta nueva modernidad y esta libertad que desborda por todas partes. Por otra parte, hay una apreciación generalizada acerca del éxito económico de Chile. Tal vez por eso me interesó tratar ese tema en mi novela (...). Es una visión muy agradable, por supuesto, pero es exagerada. Acá falta muchísimo por hacer".

EL COMENTARISTA OPINA
¿Cómo puedo ser parte del Comentarista Opina?