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Su propio folclor

Tras su debut del jueves 6 en el capitalino Teatro Oriente, la cantante argentina descubrió en Chile un nuevo público fiel para su música envolvente.

07 de Septiembre de 2007 | 01:44 |
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Juana y sus hermanas: la cantante multiplicó su voz por varias en su debut en Chile.

Foto: Harold Castillo.

Ese frecuente ruido molesto que causa algún cable mal conectado entre el sistema de amplificación de un concierto no pasará de ser un zumbido para la mayoría. No para Juana Molina: para ella eso es una abeja. "¿Está aquí esa abeja que estoy escuchando, o sólo está en mi cabeza?", es la primera pregunta que la cantante argentina hizo ante el breve zumbido previo al comienzo de su actuación el jueves 6 en el capitalino Teatro Oriente.

Si eso era una abeja, Juana Molina respondió con todos los sonidos naturales que en cuatro discos desde 1996 la han transformado en una figura única en su país y reconocida fuera de él: voces, guitarra acústica, teclados y efectos envolventes. Su debut en Chile tuvo además un anfitrión compatible. En la apertura, el melódico cantante Gepe dio nuevas pruebas de versatilidad al estrenar traje formal y tocar ahora junto a una tecladista, con la que presentó, también entre guitarra acústica y teclados, la mayor parte de su disco Hungría (2007) y un estreno con sonido de clavecín llamado "Victoria".

Luego vino Juana Molina a desplegar sus especialidades de a poco. Lo primero es su forma propia de usar la guitarra: otra lógica, otras afinaciones y combinaciones de notas que son un modo de reinventar el instrumento. Luego es su equipamiento. Con una guitarra acústica conectada, dos teclados y una pedalera de efectos, ella está sola sobre una alfombra roja, pero el escenario está poblado de sonidos. Juana Molina toca, graba esas notas sobre la marcha, arma breves frases rotativas o loops con ellas y las reproduce para tocar más encima de ellas: es el loop como herramienta de multiplicación.

Son capas sobre capas suspendidas a veces sobre un solo tono, porque la monotonía ocasional aquí es un atributo afín al recogimiento de estas canciones. Y así mismo se multiplica su voz, pero no es sólo que Juana Molina se duplique, un vocablo aritmético insuficiente en este caso. Más bien se desdobla, un vocablo misterioso y más apropiado. Y en una canción como "Las culpas", muy a tono con un verso que habla de otros que no son yo, no sólo se desdobla, sino se destripla y se descuadrupla en tantas voces y efectos que al final arman un pequeño arrecife coral.

La cantante se conduce bien entre el cablerío de sus teclados y pedales. En "Desordenado" afina en una fracción de segundo una cuerda grave de la guitarra con un solo y certero ajuste de clavija sin dejar de tocar. También suele hacer las transiciones de una canción a otra sin que pare el sonido, incluso si entre las dos primeras pasa de un compás de cuatro tiempos a uno de tres que parece una chacarera digital, porque además las percusiones que digita en sus teclados semejan el cuero y el borde de un bombo legüero, no muy distinto al que Los Chalchaleros usaron para tocar zamba.

A ratos incluso prescinde de todo efecto, como en "¿Quién?", donde sólo suenan su guitarra y su voz, una voz capaz de cambiar de color y afinada a la perfección casi siempre. Casi, porque en un momento Juana Molina anuncia "Me voy a tirar un lance con algo nuevo" y sí paga el precio de la audacia. Tiene problemas con los volúmenes y la melodía al punto de que intenta dos veces dar una nota alta y por única vez se desafina a fondo. Pero hasta entonces muestra su oficio: en vez de la voz normal elige el falsete y entonces sí da el tono, y al final lo que hace es improvisar frases como "Ya no tengo retorno / y así va a quedar / es bueno empezar con un papelón: / crea cierta familiaridad".

Es lo que en el hip-hop llaman freestyle, o rima libre. Juana Molina inventa su propio estilo libre, y a fin de cuentas está inventando también su propio folclor: ahí están la guitarra de palo y el bombo sampleado, la afinación traspuesta de la guitarra y los paisajes naturales que evocan sus sonidos. Ella maneja bien los artefactos, pero no sólo es técnica: es imaginación. Y no sólo es imaginación: es belleza. El aplauso final del teatro hasta la hizo volver a improvisar un bis a pedido del público. "Pensé que no iba a venir nadie", había musitado en un momento previo. "Qué bueno que vinieron". Qué bueno que vino ella.

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