Actitud de reina hip-hopera y gitana. La Mala deslumbró a sus fanáticos con su empuje y presencia.
Carlos Müller (zona.cl)SANTIAGO.- “¿A quién vinieron a ver?”, pregunta MC Chico Claudio, cerca de las diez de la noche del jueves, en el Teatro Caupolicán. “¡A la Mala!”, responde a coro el público. El maestro de ceremonias local lo tenía claro. No había en su pregunta otras intenciones. La corona no calzaba en su cabeza, como tampoco en la de Vanbuda o de DJ Raff, los otros entremeses de una noche que tenía un solo nombre: María Rodríguez.
“La Mala”, sin embargo, no aparecería con el fin del acto local de apertura. Para ver a la diosa gitana aún faltaba una innecesaria última obertura a cargo de su DJ (Woody), quien ocupó cerca de 20 minutos en ofrecer samples tan diversos como “Smells like teen spirit” (Nirvana) o el tema central de la serie “El auto fantástico”.
Continuaba, así, la espera paciente en un público tan variopinto como el de la escena hip-hopera actual: tanto adolescentes con los pantalones a medio subir, como adultos-jóvenes con el suficiente poder adquisitivo como para hacerse de los polerones de la marca auspiciadora. Entre ellos, uno que otro famoso, por cierto.
Recién cerca de las 22:30 horas Mala Rodríguez arribaría a escena. Fue con “Tengo un trato”, viejo éxito que de inmediato desató la fiesta hip-hop en un Caupolicán a tres cuartos, pero que derrochaba una energía equivalente al lleno total.
Sobre tacos, y enfundada en un diminuto vestido blanco ajustado hacia arriba y englobado hacia abajo, la principal voz del hip-hop hispano comenzaba a lucir su estatus. Hay en ella una perfecta mezcla entre aguerrida feminista y bomba sexy. Una inexplicable mixtura que provoca la identificación de ellas y la admiración de ellos, cualidad que tiene su clímax cuando la española pide al público que se agache. Todos hacen riguroso caso, salvo uno en la mitad de la cancha que aprovecha su inesperado protagonismo para gritar a Rodríguez que la ama.
Sin embargo, el desvergonzado admirador pronto desaparece, cuando ella pide que todos vuelvan a ponerse rápidamente de pie, levantando una marea humana mientras da inicio al principal momento de revisión de su último disco, Malamarismo (2007). Entonces comienzan a sonar las bases de “Toca Toca”, tema que luego hilvanaría con “Enfermo”, “Jura y gana”, “Caída libre” y “Menos tú”.
Todas canciones que fueron acompañadas por manifestaciones insignes de adhesión hip-hopera, partiendo por las cientos de palmas hacia delante que se movían de arriba abajo.
La revisión al último disco de la sevillana continuaría luego con “Tiempo pa pensá”, tema que registró a dúo con la mexicana Julieta Venegas, que en esta ocasión fue reemplazada por una de sus coristas.
Su última producción seguiría siendo el eje estructurante de la noche con el difundido single “Nanai”, tema que marcó el momento de mayor desborde por parte del público, y que se mantendría igual de alto tras la insignificante pausa, cuando la española puso el cierre definitivo con “Tengo lo que tú quieres”.
Fue el fin definitivo a una noche en que la Mala Rodríguez hizo patente que el hip-hop y su carga no son algo que se limite a marginales muros. Pueden estar también en miles de iPods, reproducidos por tipos con una corbata atada a desgano y por otros que a duras penas sostienen sus pantalones relativamente cerca de la cintura. Dos formas distintas que esta vez se hicieron una. Una noche en la que todos se permitieron, simplemente, irse en Mala un rato y entregarse a la fiesta de la española.