SANTIAGO.- En 1992, el padre ortodoxo Francisco Salvador visitó Rusia, donde asistió a la restauración de parte de los íconos que hoy se exponen en el Centro Cultural de Providencia.
Él soñaba con verlos en Chile. "Uno tiene que creer en los milagros", sentencia, mientras recuerda cómo un día Manuel Fuentes (editor general de Ediciones I.C.P.) llegó a la iglesia Santísima Virgen María a contarle que el Instituto iba a traer los íconos a Santiago.
"La muestra se instaló frente a nuestra iglesia e, incluso, nosotros estuvimos a cargo de las conferencias. Los milagros suceden, pero hay que creer para que se manifiesten, no al revés".
"El Alma de Rusia en sus Íconos" fue creada a partir de la colección única de íconos del Museo-Reserva Estatal Unificado de Moscú. Ésta es la sexta vez que sale de su país y, probablemente, también la última.
De ahí la importancia de esta oportunidad, cuya fecha tope es mañana, cuando se cierre la exposición.
A modo de herramienta para acercarse a estas obras, el padre Francisco Salvador escogió seis de los íconos para introducirnos a este universo en tanto teología plasmada en línea y color.
"Estos íconos han debido superar persecuciones tremendas de grupos organizados. Muchas iglesias fueron transformadas en museos, baños público o prostíbulos. Recordemos que en los años 700-800 hubo un período iconoclasta, en el que mucha gente murió por causa de los íconos.
Hoy, ¿quién moriría por un cuadro? Claro que el ícono es más que un pedazo de madera con pintura, es un dogma, un testimonio de Jesucristo vivo.
La palabra ícono significa imagen y funciona muy parecido a un ícono del computador: te paras frente a él, haces doble clic (oración) y te transportas a otra realidad. También el ícono tiene una función pedagógica.
En los primeros tiempos, la gente no sabía leer ni escribir y se le trasmitía la fe a través de la imagen. El ícono es un relato fiel de la teología, por eso quien lo hace es un icógrafo, no un pintor, y su obra no queda a libre arbitrio".